El texto se sitúa
también en la fiesta de las Tiendas, fiesta típica del pueblo de Israel que se
celebra desde el año 700 a.C. Durante siete días viven en cabañas construidas
con ramas y palmas. Todo adulto, y niño que ya no precise del cuidado de la
madre, debe vivir durante una semana en cabañas. Se celebra durante el mes de
octubre. En esta fiesta confluyen dos tradiciones distintas.
En primer lugar era
acción de gracias por la cosecha. Los antiguos campesinos israelitas, siguiendo
el ejemplo del pueblo cananeo, al acercarse el tiempo de la cosecha marchaban a
cuidarla al propio campo. Allí permanecían y trabajaban en cabañas construidas
al borde del campo. Recogida la cosecha, hacían sacrificios de acción de
gracias a Yahvé.
Con el paso del
tiempo esta fiesta se fundió con el recuerdo del tiempo feliz del Éxodo en el
que el pueblo era nómada y habitaba en tiendas, estrenando una libertad recién
conquistada.
La presencia de Jesús entre la multitud resultaba
incómoda para sus adversarios. Los escribas y fariseos imaginaban que el Mesías
iba a llegar del cielo, o de una familia de reconocido renombre.
Soñaban con un redentor que tuviera la fuerza de
las armas o la erudición rabínica. Jesús con su estilo popular y su forma de
hablar no encajaba en estas perspectivas. Además de esto, no aceptaban a Jesús
porque denunciaba la injusticia del sistema social y económico, encubierto por
las instituciones religiosas de aquella época. Buscaban la ocasión de
arrestarlo y eliminar el peligro que representaba.
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