domingo, 15 de septiembre de 2024

EVANGELIO DEL DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE. SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


EVANGELIO

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos:
–¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:
–Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas. Él les preguntó:
–Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro le contesto:
–Tú eres el Mesías.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos:
–El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro:
–¡Ponte detrás de mi, Satanás ! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:
–El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará.

Marcos  8, 27-35


sábado, 14 de septiembre de 2024

EL EVANGELIO DEL 14 DE SEPTIEMBRE

14 DE SEPTIEMBRE
La Exaltación de la Santa Cruz

EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
-«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

Juan  3, 13-17
COMENTARIO

Francamente la palabra de hoy me parece un evangelio muy des-encarnado para un tema tan comprometido. Hablar de la cruz en clave de exaltación y en clave de "elevación", no deja de ser una estrategia de despiste propia de una maniobra de disimulo.

Cuatro significados tiene la palabra exaltación. Si cogemos el primero -elevar a algo o a alguien a gran auge o dignidad-, hablar de la exaltación de la cruz resulta cínico, sobre todo por la memoria del Crucificado y por los continuos crucificados de la historia. La cruz hay que vencerla; de hecho, nuestra fe consiste en afirmar que Cristo venció a la cruz, y buen parte de la tarea de la Iglesia radica en el intento de vencer las cruces de hoy y de devolver la dignidad a los crucificados de la historia.

Ahora bien, si vamos a la última de las significaciones que pone nuestro diccionario leemos que exaltar es "dejarse arrebatar de una pasión, perdiendo la moderación y la calma". Yo no se si la gran tradición de la Iglesia es éste el significado que quiere dar a este día; si lo es, ciertamente tiene sentido. Porque si ha habido alguien que vivió arrebatado de una pasión, hasta el punto de no guardarse nada para sí y huyendo por tanto de la moderación, la comodidad y la calma, -insisto-, si hay alguien así, ciertamente fue Jesús de Nazaret.

Jesus es digno de esta memoria porque fue alguien apasionado del amor, in-moderado con los desmanes de su tiempo, y nervioso frente a aquellos (de dentro y de fuera de su círculo) que pretendían apararle de su  proyecto de vida: el Reino de Dios. 

Si me permitís un juego de palabras podríamos decir que el exaltado Jesús acabó con la exaltación del dolor que crucificaba a muchos en su tiempo. Por eso creo que hay que tener mucho cuidado con la fiesta que celebramos hoy y con la religiosidad popular de baja intensidad que la rodea.

Al estilo del exaltado Jesús, creo que no corren tiempos para adorar ninguna cruz, más bien se trata de vencerlas, salvando, sanando, y dando sentido a una vida que en muchas ocasiones y de muy diversos modos todavía es vida crucificada para muchos.

Y para esto no hace falta ser héroes, basta con ser como Jesús, al menos el Jesús que nos presenta San Pablo en la segunda lectura de hoy de la carta a los Filipenses, "un hombre cualquiera", que pasó "como uno de tantos".