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domingo, 15 de octubre de 2017

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. COMENTARIO PARA GENTE OCUPADA

EVANGELIO
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»


Mateo  22, 1-14

sábado, 14 de diciembre de 2013

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO III DE ADVIENTO

UNA INTERPRETACIÓN DE ESTA HISTORIA ...


La respuesta que da Jesús a los discípulos de Juan Bautista es copia de un texto del profeta Isaías 35, 5-6. Este texto Isaías anuncia al pueblo, que se halla en el Exilio, el regreso en libertad a Israel. Todo va a comenzar de nuevo: La tierra castigada por la sequía, los campos marchitos y resecos volverán a ser como antaño, como en el paraíso terrenal antes del pecado, como los lugares más hermosos, hospitalarios y fecundos que conozcamos. Isaías tiene ante sus ojos la imagen de la cordillera verde y fecunda del Líbano, donde crecían los cedros majestuosos con cuyas maderas se construyó el templo de Dios en Jerusalén. Isaías habla también de la sierra del Carmelo y la llanura costera del Sarón; imágenes de belleza y de paz para los israelitas.

Isaías habla también de una renovación en la vida de las personas: Los decaídos, los débiles, los aquejados de tanta enfermedad... serán curados. Habrá motivos para alegrarse y esperar un futuro mejor. El pueblo deportado a regiones lejanas, regresa- rá a Jerusalén entre cantos de alegría. Se anuncia el gozo, la derrota de las penas y el dolor. ¿Demasiado optimismo? ¿Un sueño irrealizable? Pero las palabras del profeta se cumplieron varias veces, cuando los israelitas regresaron de Mesopotamia a su querida tierra, reedificaron el templo y volvieron a adorar a su Dios.

Metido en la cárcel por los caprichos de Herodes Antipas y su ilegítima mujer Herodías, Juan Bautista envía a preguntar a Jesús si de verdad es el Mesías. Juan Bautista quiere asegurarse, antes del martirio, de que no ha trabajado en vano. Quiere escuchar las palabras de gracia de la boca de Jesús, saber cómo realiza concretamente su misión. Jesús no le responde con argumentos teológicos. Pone ante sus ojos a los ciegos que ven, los sordos que oyen, los lisiados que caminan, los leprosos curados, los muertos que vuelven a la vida... La señal del verdadero Mesías es ésta: que a los pobres se les está anunciando la buena noticia, el evangelio de su liberación.

Jesús pronuncia un alto elogio de su precursor y maestro: No es una caña en el desierto sacudida por el viento, como ese Herodes Antipas que lo tiene preso, y que ha hecho acuñar en sus monedas la imagen de una caña como símbolo de su poder. Tampoco es un farsante ricamente vestido como tantos cortesanos que adulaban al rey en su palacio de Tiberíades. Es el profeta que prepara los caminos del Mesías. El más grande entre los nacidos de mujer.

Juan Bautista, el maestro de Jesús, nos ofrece también una visión peculiar de la Navidad que estamos preparando. Más allá del ambiente dulzón existe un compromiso serio y profundo capaz de dar sentido a la propia vida y de transformar la realidad siguiendo los valores evangélicos.