domingo, 15 de octubre de 2017

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. COMENTARIO PARA GENTE OCUPADA

EVANGELIO
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»


Mateo  22, 1-14

COMENTARIO

Jesús concibió la relación con el Padre como una propuesta religiosa abierta, lúcida y apasionada. Por eso mismo, ni la "meritocracia judía" (los primeros convidados) ni los "neo-conversos express" provenientes del paganismo (los que no vestían traje de fiesta), parecían convencerle. Una religiosidad abierta, sí, pero con convicciones.

El hecho cristiano en la actualidad parece que tiene que huir tanto del fanatismo religioso como de la indiferencia creyente. El fanatismo conlleva exclusión (como los judíos de entonces), y la indiferencia creyente se nutre de formas religiosas tan brillantes como superficiales.

Ser creyentes con "normalidad" es el reto del cristianismo de hoy. Un cristianismo lúcido, convencido, paciente y abierto.








    

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