La respuesta que da Jesús a los discípulos de Juan Bautista es
copia de un texto del profeta Isaías 35, 5-6. Este texto Isaías anuncia al
pueblo, que se halla en el Exilio, el regreso en libertad a Israel. Todo va a comenzar
de nuevo: La tierra castigada por la sequía, los campos marchitos y resecos
volverán a ser como antaño, como en el paraíso terrenal antes del pecado, como
los lugares más hermosos, hospitalarios y fecundos que conozcamos. Isaías tiene
ante sus ojos la imagen de la cordillera verde y fecunda del Líbano, donde crecían
los cedros majestuosos con cuyas maderas se construyó el templo de Dios en
Jerusalén. Isaías habla también de la sierra del Carmelo y la llanura costera
del Sarón; imágenes de belleza y de paz para los israelitas.
Isaías habla también de una renovación en la vida de las
personas: Los decaídos, los débiles, los aquejados de tanta enfermedad... serán
curados. Habrá motivos para alegrarse y esperar un futuro mejor. El pueblo
deportado a regiones lejanas, regresa- rá a Jerusalén entre cantos de alegría.
Se anuncia el gozo, la derrota de las penas y el dolor. ¿Demasiado optimismo? ¿Un
sueño irrealizable? Pero las palabras del profeta se cumplieron varias veces,
cuando los israelitas regresaron de Mesopotamia a su querida tierra,
reedificaron el templo y volvieron a adorar a su Dios.
Metido en la cárcel por los caprichos de Herodes Antipas y su
ilegítima mujer Herodías, Juan Bautista envía a preguntar a Jesús si de verdad
es el Mesías. Juan Bautista quiere asegurarse, antes del martirio, de que no ha
trabajado en vano. Quiere escuchar las palabras de gracia de la boca de Jesús,
saber cómo realiza concretamente su misión. Jesús no le responde con argumentos
teológicos. Pone ante sus ojos a los ciegos que ven, los sordos que oyen, los
lisiados que caminan, los leprosos curados, los muertos que vuelven a la
vida... La señal del verdadero Mesías es ésta: que a los pobres se les está
anunciando la buena noticia, el evangelio de su liberación.
Jesús pronuncia un alto elogio de su precursor y maestro: No es
una caña en el desierto sacudida por el viento, como ese Herodes Antipas que lo
tiene preso, y que ha hecho acuñar en sus monedas la imagen de una caña como símbolo
de su poder. Tampoco es un farsante ricamente vestido como tantos cortesanos
que adulaban al rey en su palacio de Tiberíades. Es el profeta que prepara los
caminos del Mesías. El más grande entre los nacidos de mujer.
Juan Bautista, el maestro de Jesús, nos ofrece también una visión
peculiar de la Navidad que estamos preparando. Más allá del ambiente dulzón
existe un compromiso serio y profundo capaz de dar sentido a la propia vida y
de transformar la realidad siguiendo los valores evangélicos.
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