jueves, 1 de noviembre de 2018

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS


El Gran Protocolo de los Pequeños Detalles.

Hace unos meses el Papa Francisco promulgó un documento sobre la santidad que es un elogio a la sensatez y al sentido común. 

A mi juicio, al documento le faltaría una segunda parte, de perfil canónico, que reformulara de raíz los procesos de las causas de canonización; procesos que, aún mostrando mi respeto por los mismos, lejos de testimoniar la autenticidad evangélica, en algunas ocasiones convierten la fe en algo tan extraordinario como inalcanzable para el resto de los creyentes.

Pero Francisco es así...; coge la piedra, la muestra (ya es importante) pero no la lanza. 

Comprendemos que no es fácil, aunque esa actitud provoca cansancio (más) entre quienes descubren en Francisco un profeta deconstructivista, tan necesario en los actuales momentos por los que  pasa la institución eclesiástica.

A lo que íbamos. Dicho documento se lee con mucha facilidad y viene a colocar a la santidad cristiana en el único lugar posible: la vida cotidiana. 

Santo es quien mira con sensibilidad la vida y los rostros cotidianos que lo habitan y actúa en consecuencia.

La maestría de Francisco tiene la lucidez de completar el famoso texto de las Bienaventuranzas, lugar común al que referimos la santidad, con el Capítulo 25 de San Mateo: el Juicio a las Naciones

Porque ciertamente la pobreza, la mansedumbre, la justicia, … valores que son buenos en sí mismos, quedarían desprovistos de su fuerza trasformadora si no se vierten sobre el rostro del hermano.

Llorar”, en sí mismo, no es más que un desahogo, incluso revestido de flojera vital; ahora bien, el llanto que es el efecto de haber mirado al prójimo y su circunstancia sufriente, es una bella forma de manifestar la herida que dicha mirada ha producido en nuestro corazón.

No sin cierta provocación, Francisco al capítulo 25 de Mateo, a saber, “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber….”, a todo esto, lo denomina El Gran Protocolo. 

Cuando uno lee esto no tiene por menos que sonreír ante las inútiles tontadas “protocolarias” que no pocas veces realizamos en entornos litúrgicos y clericales, cada vez mas cansinos cuando no fundamentalistas, y siempre estériles.

Pero, además, Francisco lejos de convertir dicho capítulo 25 de San Mateo en palabras enormes vaciadas de sentido, recuerda más adelante que todo eso se juega en los “pequeños detalles”. Y ahí el documento es sublime.

Efectivamente para Francisco, Jesús era experto en pequeños detalles: no tiene desperdicio el texto, el pequeño detalle de que se estaba acabando el vino en una fiesta, el pequeño detalle de que faltaba una oveja, el pequeño detalle de la viuda que ofreció sus dos moneditas, el pequeño detalle de tener aceite de repuesto para las lámparas por si el novio se demora, el pequeño detalle de pedir a sus discípulos que vieran cuántos panes tenían, el pequeño detalle de tener un fueguito preparado y un pescado en la parrilla mientras esperaba a los discípulos de madrugada.” (GE, 144).

Las grandes palabras nos las jugamos en los pequeños detalles. Yo propongo como re-formulación devlos cánones de santidad de la Iglesia, que el aldabonazo final para declarar a alguien santo, no sea si ha hecho media docena de cosas extraordinarias (milagros), sino más bien los pequeños detalles que hemos tenido con quienes tenemos a nuestro lado cada día.

Buen día de todos los santos.

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Y si quieres un comentario al Evangelio de hoy, las Bienaventuranzas, aquí lo puedes encontrar.



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