miércoles, 23 de noviembre de 2016

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 23 DE NOVIEMBRE



EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»

Lucas 21 , 12-19
COMENTARIO

El evangelio de hoy pone en evidencia que aquellos primeros cristianos no lo tuvieron fácil. Lo que debía debatirse en aquellos momentos no era solo un conflicto de corte cultural. Se trataba más bien de dos maneras distintas de concebir la vida con repercusiones éticas diferentes y con consecuencias sociales peligrosas.

La moneda de cambio, por lo que leemos, no era la significatividad social o la visibilidad pública de la fe, sino la vida, la propia existencia.

El texto de hoy, por contraste, nos pone sobre aviso de lo insulso que resulta en nuestros días un cristianismo de gabinete, que se preocupa por discusiones carentes de conexiones vitales con la realidad social que vivimos. Un cristianismo que, en palabras de la famosa greguería de Ramón Gómez de la Serna, vendría a ser poco más que el indoloro oficio de aquella persona que ha decidido convertirse en "supervisor de nubes".

Por otra parte, también nos pone sobre aviso del hecho de que el cristianismo, en tiempos tan plurales como son los nuestros al menos en occidente, conlleva una irremediable conflictividad vital o cultural que es incómoda. Por eso, un cristiano permanentemente cabreado con el mundo porque nuestra sociedad se "resiste" al cristianismo, a mi juicio, deja también mucho que desear. Más que de cabrearse, se trata de encajar el conflicto, porque va en el ideario. 


Asumirlo con responsabilidad es expresión de nuestra fe, más que nada porque así parece decirlo el mismo profeta de galilea: "yo os daré palabras y sabiduría...ni un cabello de vuestra cabeza perecerá…salvaréis vuestras almas".



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