lunes, 21 de noviembre de 2016

LUNES DE LA XXXIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 21 DEENERO



EVANGELIO
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Lucas 21, 1-4


COMENTARIO

Después de leer este texto siempre me he preguntado en qué quedaría la viuda, porque viuda y sin un real su destino era más que problemático.

Ya sabemos que una viuda en tiempo de Jesús era el prototipo de la exclusión social; mujer, y sin marido. Menos no se puede ser (en aquel tiempo, me refiero). Si además echó en el cepillo todo lo que tenia para vivir… y no constando que en aquel tiempo existieran pensiones no-contributivas… el desenlace fue total.

¿Cuál es entonces la clave del texto? Parece claro… la viuda es Jesús. Jesús ve a la viuda en el templo después de que él se haya enfrentado a los poderes de los sacerdotes, y contemplándola a ella se vio a sí mismo. 

Jesús volcó toda su fuerza provocadora contra el templo con el que se encontró en su momento histórico. No estaba dispuesto a consentir un templo (un dios, una religión) así. Ante aquel templo quemó todas sus naves. El templo no podía ser ni negocio, ni entretenimiento, ni "consumo". Un templo convertido en eso era un templo prostituído. De ahí esa crítica tan radical de Jesús y esa "apuesta" tan decidida a morir por el templo ("ha echado todo lo que tenía para vivir").

Jesús cayó en la cuenta en ese instante de que hay parcelas de la vida que no admiten medias tintas. En ocasiones es o todo o nada. Y Jesús sintió que aquello en lo que había invertido toda su vida se le “había revuelto”. 

Por eso Jesús es creíble, porque no se había reservado nada. Él no daba lecciones ni mucho menos órdenes; tampoco jugaba a ser líder cantarín de efímeros proyectos de baja intensidad. Lo suyo era revolucionar el templo hiriéndolo en todo su centro: la “casta” judía del momento. Desde esta perspectiva la garantía del triunfo del proyecto de Jesús está en su muerte. Así de paradójico. Así de real.

Por eso, igual que nos revelaba el evangelio de ayer, en ocasiones, compartiendo la nada o desde la nada (desde las situaciones humanas límite) uno puede estar haciendo el mayor ejercicio de sentido y plenitud con el que jamás hubiera podido soñar. 

Es que la religión de Jesús tiene este continuo punto incómodamente paradójico y conflictivo. Recordad: Jesús es rey, pero no es coronado con tiara papal sino con corona de espinas; Jesús utiliza un trono, pero que no es una sede santa sino un madero ignominioso; Jesús anuncia el reino con el signo de un banquete esplendoroso, pero a las postre, dicho banquete, fueron los escuetos signos de un mendrugo de pan, y un trago de vino.

Esta es la conflictividad permanente del cristianismo...y su ambigüedad. No es raro que desconcierte, porque tal desconcierto es signo de estar en el buen camino.

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