jueves, 24 de noviembre de 2016

JUEVES DE LA SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 24 DE NOVIEMBRE


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»

Lucas 21 , 20-28


COMENTARIO


El contexto histórico de este evangelio hace referencia a la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su Templo. La destrucción del Templo de Jerusalén supuso un fuerte golpe psicológico para los primeros cristianos, todavía con hondas raíces judías en sus mentes. Evidentemente, cuando se compone el evangelio esto ya ha ocurrido y probablemente el evangelista esté narrando, incluso de forma novelada, lo que vio.

A fuerza de leer año tras año el texto y de intentar conectarlo con gran parte de la predicación de Jesús, creo que podríamos sacar una conclusión interesante. Efectivamente, para Jesús, da la sensación de que cuanto más contradictorio, paradójico y comprometedor se vuelve el contexto vital, más visos de experiencia religiosa uno puede percibir.

Recordad el discurso de las bienaventuranzas, recordad todo el mensaje extremo de las parábolas, recordad las tensas situaciones de los personajes de contraste que aparecen en torno a Jesús (Zaqueo, leproso….). 

Da la sensación, insisto, de que cuanto más se tensa la vida, más presencia de plenitud parece revelarse. No en vano, el punto más extremo para Jesús, su muerte en Cruz, es visto por San Juan como el momento de plena glorificación de su persona.

José Cobo, co-autor de un interesante libro que estoy acabando, llega a decir que parece ser que a Dios llegamos desde las situaciones de “no-dios” que tiene la vida. Por eso, quizás, todo lo que en la religión suene a elevación mística ciertamente tiene mucho de surrealismo, en el sentido de situarse “sobre la realidad”. Esta forma de religión es respetable, como casi todas, pero no es cristiana.

Lo propio del cristianismo se desvela y se revela cuando “desciendes”, cuando tocas las entrañas heridas del mundo, cuando tienes esta especial capacidad para sintonizar con todo lo que la vida tiene de trama confusa, paradójica, ambigua e incómoda.

Llegado a ese punto, lo novedoso  de la propuesta cristiana, lejos de expresarse en clave de desesperación, se revela como bendición: “Cuando (te) empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.


PD. Del paraíso prometido por el crucificado Jesús al crucificado buen ladrón en el evangelio del domingo pasado, sólo tenemos la promesa“te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”. Las promesas eso tienen…son afirmaciones de futuro, pero hace falta presencia y decisión para com-prometer la palabra. ¿Será eso la fe: presencia, decisión y compromiso?



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