miércoles, 22 de junio de 2016

MIÉRCOLES DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. EL EVANGELIO DEL 22 DE JUNIO


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

Mateo  7, 15-20



COMENTARIO

Cuando leemos los evangelios, tan importante es detectar en ellos aspectos relacionados con la personalidad de Jesús como rastrear la forma de vida de la primitiva comunidad. Ambas cosas son fundamentales para los cristianos del siglo XXI. Cuando muriera Jesús, obviamente la primitiva comunidad tuvo que afrontar  problemas que en vida de Jesús quizás aún no se les había planteado.

El texto de hoy revela uno de esos problemas. Parece ser que “los falsos profetas que se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces”, suponían un grupo de entre aquellos primeros cristianos que concebían la fe como un “proceso intelectual exclusivo” al que sólo unos pocos tenían acceso. A eso, técnicamente hablando, se le llama los “grupos gnósticos”.

No es que fueran mala gente, pero quizás falsearan, secuestraran y desvirtuaran la parte del mensaje de Jesús que hacía mucho hincapié en la necesaria implicación histórica y en la decidida transformación de la realidad de aquel tiempo, frente al i
 mperio romano y frente a las propias autoridades judías.

De ahí que Jesús resalte de un modo tan explícito la necesidad de dar fruto” es decir, la necesidad de que se note la presencia transformadora de la realidad como “levadura en la masa” de aquellas primeras comunidades cristianas. Por eso, “por sus frutos los conoceréis”.

Cuando traemos el texto al hoy de nuestra vida la interpretación es relativamente fácil. El cristianismo es, antes que nada, un “modo de vida”. Efectivamente tiene una comprensión intelectual, histórica, artística…y por supuesto, religiosa; pero todas estas dimensiones pivotan sobre “una opción de vida”.

Cuando dicha “opción de vida” concretada en una determinada “manera de vivir” no se explicita, todo lo demás deja de tener sentido; no está mal, pero deja de tener sentido. O dicho con otras palabras, ni aquellos primeros cristianos ni nosotros, podemos perder el tiempo confesando a Dios como Padre, si hemos aniquilado de nuestra manera de vivir el sentimiento de “hermano” y la experiencia de la fraternidad.




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