EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
-«Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
Mateo 7, 15-20
Cuando leemos
los evangelios, tan importante es detectar en ellos aspectos relacionados con
la personalidad de Jesús como rastrear la forma de vida de la primitiva comunidad.
Ambas cosas son fundamentales para los cristianos del siglo XXI. Cuando muriera
Jesús, obviamente la primitiva comunidad tuvo que afrontar problemas que en vida de Jesús quizás aún no
se les había planteado.
El texto de hoy
revela uno de esos problemas. Parece ser que “los falsos profetas que se acercan con piel de oveja, pero
por dentro son lobos rapaces”, suponían un grupo de entre aquellos primeros cristianos que concebían
la fe como un “proceso intelectual exclusivo” al que sólo unos pocos tenían
acceso. A eso, técnicamente hablando, se le llama los “grupos gnósticos”.
No es que fueran
mala gente, pero quizás falsearan, secuestraran y desvirtuaran la parte del
mensaje de Jesús que hacía mucho hincapié en la necesaria implicación histórica
y en la decidida transformación de la realidad de aquel tiempo, frente al
i
mperio romano y frente a las propias autoridades judías.
De ahí que Jesús
resalte de un modo tan explícito la necesidad de dar fruto” es decir, la
necesidad de que se note la presencia transformadora de la realidad como “levadura
en la masa” de aquellas primeras comunidades cristianas. Por eso, “por sus
frutos los conoceréis”.
Cuando traemos
el texto al hoy de nuestra vida la interpretación es relativamente fácil. El cristianismo
es, antes que nada, un “modo de vida”. Efectivamente tiene una comprensión
intelectual, histórica, artística…y por supuesto, religiosa; pero todas estas
dimensiones pivotan sobre “una opción de vida”.
Cuando dicha “opción
de vida” concretada en una determinada “manera de vivir” no se explicita, todo
lo demás deja de tener sentido; no está mal, pero deja de tener sentido. O dicho
con otras palabras, ni aquellos primeros cristianos ni nosotros, podemos perder
el tiempo confesando a Dios como Padre, si hemos aniquilado de nuestra manera
de vivir el sentimiento de “hermano” y la experiencia de la fraternidad.
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