EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.
Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.
¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»
-«No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.
Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.
¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»
Mateo 7, 6.12-14
“No deis lo
santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán
y luego se volverán para destrozaros”… No dejan de extrañar estas palabras
dichas por Jesús o puestas en sus labios por el evangelista Mateo.
Efectivamente aparece aquí un Jesús “muy judío” que todavía no se ha
“reinventado” en su versión más “universalista”. Trazos de este Jesús también
pueden rastrearse en el encuentro con la mujer “sirofenicia” ¿recordáis?.
Los
que entienden de la biblia ven en esta frase los rastros de un primer
“encontronazo” que hubo de resolver la primitiva comunidad cristiana, entre aquellos
que eran partidarios de abrirse a creyentes de otras culturas (helenistas), y
aquellos que pretendían cerrarse exclusivamente a creyentes judíos (judaizantes).
Sea
como fuere, cuando hoy rescatamos el texto, reinventándolo, podríamos extraer
una consecuencia positiva del mismo. Quizás nos sirva hoy para detectar lo que
la fe tiene de iniciación, en el sentido de que “es preferible no hablar de
algo a quien no está dispuesto o preparado para recibirlo”.
A
mí esto ultimo me parece fundamental: la experiencia de la fe es un proceso, y
en los procesos hay ritmos, y los ritmos son variables. De hecho las dos
últimas máximas del evangelio de hoy nos hablan precisamente de ritmos.
“Tratad a los
demás como queréis que ellos os traten”, o lo que es lo mismo, el cristianismo es cosa
de dos o más, pero no de uno sólo. Hay en el cristianismo una impronta de “mutualidad” que hemos de cuidar si no
queremos volvernos hombres y mujeres “i-referentes”.
El
consejo final, “entrad por la puerta estrecha”, alguna vez ya comentado,
creo que hace referencia a otra característica del proceso. La puerta es
estrecha no porque se difícil entrar o porque no se vea, es estrecha porque lo
que tiene que pasar por ella es de poca envergadura. El cristianismo invita a caminar
“ligeros de equipaje”, exentos de tantas innecesarias adherencias que en
ocasiones nos hacen inauténticos, y que impiden reconocer lo que realmente
somos. Cuando uno se desnuda interiormente, aparece lo que eres. Y lo que eres
ocupa poco espacio. El espacio de una “puerta estrecha”.
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