EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»
Mateo 5, 17-19
El Evangelio de
hoy es de “nivel”. Uno puede pasar “de puntillas”, así como sin leer, y hablar
de que estamos llamados a la plenitud pero sin hacerse cargo de la afirmación
central del Evangelio: “Os aseguro que antes pasarán el
cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la
Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo
enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos”.
Con lo que era
Jesús y las broncas que les echaba a los fariseos por “legalistas” (véase Mateo
23, 13-33) y en este caso hace esa rotunda defensa de la Ley.
Pues sí, como
buen judío Jesús es alguien enamorado de la Ley… pero de la Ley (la Torah). La
Torah no es un simple conjunto de preceptos meticulosos. La Torah era el
proyecto del pueblo judío, era el proyecto de todo un pueblo convencido de su
promesa y de su sentido. La Ley contenía normas, claro, pero contemplaba también
la continua renovación que provenía del espíritu de los profetas. El cumplimiento de la Ley era, al fin y al
cabo, el cumplimiento de las promesas judías.
La crítica que
hace Jesús a los fariseos es precisamente por “raquitismo ético”; es decir, los
fariseos hacían un “cumplimiento externo” de la ley. Y hoy sabemos con probada
certezas que el “imperio de la ley” como gusta decir a nuestros políticos, en ocasiones
es fácil vaciarlo de autenticidad “moral”, porque legalidad y moralidad no
siempre coinciden… creo. Es posible “cumplir la ley” y ser una persona
“inmoral”. Por eso no podemos confundir la Ley judía (el sentido de toda su
historia como pueblo) con nuestras leyes, ni siquiera las leyes de nuestra
iglesia.
De hecho, lo que
era la Ley para el pueblo judío, viene a ser para la primitiva comunidad
cristiana la “experiencia” de las Bienaventuranzas”, que ya sabemos que no eran
normas, sino un estilo de vida percibido como “buena y definitiva noticia”.
Precisamente por
eso, donde mejor podemos encontrar el cumplimento de la Torah judía es en las
profecías y en las expectativas de los profetas de Israel. Para ellos, la
justicia, la paz y el “banquete” del Reino eran el cumplimiento de la Ley. A
esa tradición se apunta Jesús, él quiere que se cumpla la ley, que las expectativas
mesiánicas del pueblo de Israel se cumplan plenamente. Más aún, Jesús se ve a sí
mismo, como el cumplimento de la Ley. No dudará por ello San Pablo en afirmar
en la carta a los Romanos que “el amor es la plenitud de la ley”
(Romanos 13, 10).
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