239. …A veces se ama con
un amor egocéntrico propio del niño, fijado en una etapa donde la realidad se
distorsiona y se vive el capricho de que todo gire en torno al propio yo. Es un
amor insaciable, que grita
o llora cuando no tiene lo que desea. Otras veces se ama con un amor fijado en
una etapa adolescente, marcado por la confrontación, la crítica ácida, el hábito de culpar a los otros, la lógica del
sentimiento y de la fantasía, donde los demás deben llenar los propios vacíos o
seguir los propios caprichos.
241. En algunos casos, la valoración de
la dignidad propia y del bien de los hijos exige poner un límite firme a las pretensiones excesivas del
otro, a una gran injusticia, a la violencia o a una falta de respeto que
se ha vuelto crónica. Hay que reconocer que « hay casos donde la separación es inevitable. A
veces puede llegar a ser incluso
moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al
cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas
por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad
y la indiferencia».
243. A las personas divorciadas que
viven en nueva unión, es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia,
que «no están excomulgadas» y no son tratadas como tales, porque siempre
integran la comunión eclesial. Estas situaciones «exigen un atento
discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud
que las haga sentir discriminadas, y promoviendo su participación en la vida de
la comunidad. Para la comunidad cristiana, hacerse cargo de ellos no implica un debilitamiento de su
fe y de su testimonio acerca de la indisolubilidad matrimonial, es más,
en ese cuidado expresa precisamente su caridad ».
244. Por
otra parte, un gran número de Padres « subrayó la necesidad de hacer más accesibles y ágiles, posiblemente
totalmente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de
nulidad». La lentitud
de los procesos irrita
y cansa a la gente.
245. …A
los padres separados les ruego: « Jamás, jamás, jamás tomar el hijo como rehén. Os habéis separado
por muchas dificultades y motivos, la vida os ha dado esta prueba, pero que no sean los hijos quienes
carguen el peso de esta separación, que no sean usados como rehenes
contra el otro cónyuge. Que crezcan escuchando que la mamá habla bien del papá,
aunque no estén juntos, y que el papá habla bien de la mamá». Es una irresponsabilidad dañar
la imagen del padre o de la madre con el objeto de acaparar el afecto del hijo,
para vengarse o para defenderse, porque eso afectará a la vida interior de ese
niño y provocará heridas difíciles de sanar.
(Exhortación Apostólica “La Alegría del Amor”
Amoris Laetitia, 239-245)
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