EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: - «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Juan 17, 11-19
COMENTARIO
En el evangelio de hoy aparece una
“acción” interesante. Dios como aquel que “guarda” lo creado. Guardar,
custodiar…¡que acción más bonita! Este atributo de Dios es típicamente joánico:
Dios como aquel que “guarda” y “custodia” lo creado.
Es interesante por dos motivos. En primer
lugar porque esta es una acción “propia” de Dios en relación con lo creado y en
especial con el ser humano, y no al revés. Cuántas veces nos convertimos los
hombres y mujeres de religión en “custodios de Dios”; pensándolo bien, quizás
esto sea una manera de tomar el nombre de Dios en vano.
En segundo lugar, como continuadores de
la sensibilidad religiosa de Jesús, los creyentes estamos llamados a ser
“guardianes y custodios” de todo lo
creado y de todos los seres humanos. Guardar y custodiar son verbos que en su
origen hacen referencia al cuidado y la protección.
Dios, el que cuida y protege; los
creyentes, aquellos que en el nombre de Dios se convierten en cuidadores y
protectores de lo creado; la iglesia, la comunidad que solidariamente guarda y
cuida. Cuidado y protección frente al mundo; y ya sabemos lo que en San Juan
significa mundo: toda esa red de acciones y decisiones que deshumanizan al ser
humano y maltratan lo creado.
Al fin y al cabo lo que en ocasiones
suena en la religiones a “exigencias divinas”, no son más que la llamada a un
cuidado esencial de todo lo que nos rodea en el ejercicio de la propia
responsabilidad.
Textos de este tipo hace culturalmente
significativo el cristianismo. Este mensaje cuidador dista mucho de otros proyectos de vida tristemente asentados en
nuestra cultura.
Hay una expresión clásica que define al ser humano como un
peligro para sí mismo: “el hombre es un lobo para el hombre” (homo hominis lupus). Lo dijo Plauto un
par de siglos antes de Cristo, y ciertamente dicha frase fue muy bien recibida
por quienes hicieron del egoísmo la clave sobre la que pivota el comportamiento
humano.
Canto ganaría en credibilidad nuestra
Iglesia si la “batalla” evangelizadora la diéramos en este terreno de la
humanización de nuestra manera de vivir, y no nos perdiéramos en defensas
trasnochadas de piedades barrocas o en guerrillas internas que nos mantienen entretenidos,
cuando no alienados.
⏏VER COMENTARIO DEL AÑO 2015
⏏VER COMENTARIO DEL AÑO 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión.