136. El
diálogo es una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar
el amor en la vida matrimonial y familiar.
Pero supone un largo y esforzado
aprendizaje. Varones y mujeres, adultos y jóvenes, tienen maneras distintas de
comunicarse, usan un lenguaje diferente, se mueven con otros códigos. El modo de preguntar, la forma
de responder, el tono utilizado, el momento y muchos factores más, pueden
condicionar la comunicación. Además, siempre es necesario desarrollar
algunas actitudes que son expresión de amor y hacen posible el diálogo
auténtico.
137. Darse
tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y atención, hasta que el otro
haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no
empezar a hablar antes del momento adecuado. En lugar de comenzar a dar opiniones o consejos, hay que
asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto
implica hacer un silencio
interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente:
despojarse de toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias,
hacer espacio. Muchas veces uno de los cónyuges no necesita una solución a sus
problemas, sino ser escuchado. Tiene que sentir que se ha percibido su pena, su desilusión, su miedo,
su ira, su esperanza, su sueño. Pero son frecuentes lamentos como estos:
« No me escucha. Cuando parece que lo está haciendo, en realidad está pensando
en otra cosa ». « Hablo y siento que está esperan- do que termine de una vez».
«Cuando hablo intenta cambiar de tema, o me da respuestas rápidas para cerrar
la conversación ».
(Exhortación Apostólica “La Alegría del Amor” Amoris Laetitia, 136-137)
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