miércoles, 19 de agosto de 2015

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XX. EL EVANGELIO DEL 19 DE AGOSTO

EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»


Mateo  20, 1-16
COMENTARIO

No me digan que no es alternativa la actitud Jesús. Alternativa y contracultural. Ni empresarios ni sindicalistas podrían compartir este texto. El que trabaja más cobra lo mismo que el que trabaja menos, y su premio por trabajar más es una bronca. Encima felicita al que trabaja menos advirtiendo que gracias a que han trabajado menos han sido los primeros en cobrar y además llevan la delantera en el Reino de Dios porque los últimos son los primeros. Francamente, no me extraña que en una sociedad en la que la productiviad es la clave del éxito y el respeto a los derechos de los trabajadores el santo y seña de la conciencia democrática, al leer este texto la única reacción posible sea una sonrisa en sus vertientes cómica, cínica, o ridiculizante. ¡Hay que ver este buen Jesús las cosas que dice y los ejemplos que pone!

Bueno, el texto tiene su contexto. Quizás la cosa se vuelva más razonable si lo alejamos del productivismo y del sindicalismo y lo acercamos al mundo de los afectos. Imagínense una familia en la que un hijo saca buenas notas y el otro no: ¿qué padre o madre con sentido de la responsabilidad daría de comer a sus hijos en relación al resultado de sus notas? ¿No sería quizás más razonable que, comiendo ambos lo mismo, incluso el padre o la madre pasara más tiempo con el que mas le cuesta para motivarlo y ayudarle, aun a costa de los celos del que ha obtenido mejor resultado? Incluso no sería extraño que ante la eventual queja del hermano con mejor resultado, el padre o la madre le riñeran por su insolidaridad y su falta de sensibilidad. Bueno, pues este es el contexto original del evangelio de hoy.

Los judíos (los de la primera hora) creían que merecían la salvación (la paga: un denario) más que que aquellos que empezaron mas tarde a trabajar (los pueblos "no elegidos", según la mentalidad judía). Jesús afirma que judíos y gentiles, por ser personas, tienen los mismos derechos a recibir la salvación, la dignidad, la grandeza de Dios. Y más aún, como mañana veremos en el evangelio, como se pongan tontos los judíos, se quedarán sin nada- añadirá Jesús-.

En el fondo este texto supone un auténtica revolución en el modo de entender a Dios y de entender al ser humano. ¿Qué puede decirnos este texto para el hoy de nuestra vida? Difícil es la traducción. Intentémosla.

Nuestros méritos, nuestro curriculum (la productividad) es cierto que dice mucho de nosotros. Pero no podemos utilizarlo para humillar, excluir y anular. Más aún, quien así actúa demuestra su escasa inteligencia, porque todo lo que uno es, lo es originalmente gracias a otro. Efectivamente, nadie eligió nacer, "nos nacieron". Hasta incluso, y esto es paradójico , nuestros padres, nuestros vecinos nos conocen a cada uno de nosotros, ante que la propia persona se conoce a si mismo. Como dice Mafalda, en frase genial, "justo a mi me tocó ser yo y no pude evitarlo". 

Pues eso, a veces pensamos que sólo eres "tus méritos", pero no, eres algo más, eres fruto de un deseo, de una apuesta, de un gesto de cariño; ha habido alguien que te quería antes de que tu hubieras descubierto el amor propio. Imbéciles somos (como poco) si repetimos eso de que "nada nos han regalado en la vida", y cínicos cuando afirmamos que "todo lo que tenemos nos lo hemos sudado". En este sentido no hay palabra discreta (para no perder las formas) que pueda definir a quienes se rodean de una aureola de inexistente brillantez, y que generalmente encubre una complicado entramado de complejos y de manifiesta incompetencia; eso sí, con pretexto de quedar por encima de los demás, no dudarán en humillar, recriminar y dar lecciones de todo con libros llenos de nada.

A esa parte de nosotros que es recibida y no-debida le llamamos "gracia". Gracia de Dios o "gracia de los reflejos de Dios en la historia" que somos cada uno de nosotros. Por un nombre no vamos a discutir.

Desde ahí también podemos entender la complicada frase del evangelio de ayer. "¿Quién puede salvarse?, Para el hombre es imposible, pero Dios lo puede todo". Efectivamente, el hombre no puede lograrse la vida, porque la vida es don. Sólo Dios (y sus reflejos históricos) pueden regalar la vida y dotarla de sentido (salvarla).

Por eso al mezquino (los obreros de la primera hora) la gracia "no les hace gracia". Porque la gracia "hiere" el corazón del mezquino. Y por eso también la gracia enaltece sorpresivamente al que nada esperaba, porque lo no-debido nunca podrá ser reclamado.

Quizás ahora entendamos mejor las palabras del Magnificat de la "llena de gracia", María; para ella su Dios "enaltece a los humildes" (con su gracia), y a "los ricos los despide vacíos (con sus méritos).








    

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