miércoles, 3 de junio de 2015

LOS SADUCEOS Y EL LEVIRATO

EL LEVIRATO
Los saduceos no solían tener mucho trato con Jesús. Eran personajes demasiado importantes, alejados del pueblo, ocupados en conservar su privilegiada posición social y su poder a toda costa. Los interlocutores y oponentes habituales de Jesús eran los fariseos, maestros del pueblo, por tanto, cercanos a él y sinceramente creyentes, aunque su interpretación rígida y estrecha de la ley los llevaba a condenar a los pecadores y a chocar con la forma novedosa, abierta y misericordiosa en que Jesús presentaba la relación con Dios. En los fariseos podía haber ira, desacuerdo, oposición, pero había también relación e interés por la verdad, hasta el punto de que a veces se dejaban convencer por Jesús (cf. Mc 12, 32-34). 


En los saduceos encontramos una actitud distinta, que asoma en el diálogo del Evangelio de hoy. Su pecado no es la hipocresía, sino el cinismo, que se ríe abiertamente del bien, lo desafía y, en este caso, mira con desprecio y suficiencia la fe religiosa del pueblo y su esperanza en la resurrección. Al abordar a Jesús, usan una técnica similar a la de los fariseos para ponerlo en apuros: plantear una cuestión legal avalada por la autoridad de Moisés, pero en una situación de conflicto. Sólo que lo hacen en tales términos que la conclusión a que da lugar resulta ridícula. Eso es lo que buscan: dejar en ridículo la fe en la resurrección, que, como sabemos, se define con toda claridad en Israel en tiempos relativamente tardíos, en la época de los Macabeos (hacia el siglo II a.C.). 

La obligación establecida por Moisés a la que aluden, la ley del levirato (cf. Dt 25, 5-6), tenía por finalidad garantizar la descendencia del hermano difunto (y la transmisión legal de su herencia), la única forma de supervivencia aceptada entonces y signo de la bendición de Dios. El tecnicismo planteado por los saduceos pone bien a las claras que para ellos la resurrección de los muertos es un absurdo: desde el punto de vista legal “cuando llegue la resurrección” la mujer pertenecería a todos los hermanos al tiempo, puesto que ninguno de ellos podía exhibir la descendencia como “título de propiedad”. La cínica ironía de la pregunta se revela en lo ridículo de la situación que se crea para aquella mentalidad patriarcal: un harén de hombres en torno a una única mujer.

Y es que para los saduceos, “que niegan la resurrección”, el único bien posible se da sólo en este mundo, y ellos se aplicaban con todas sus fuerzas a su consecución: la riqueza, el éxito social y el poder. La base que les garantizaba la posesión de estos bienes era la misma ley del levirato, el hecho de ser descendientes de Sadoc; y, por tanto, para ellos, la descendencia era el único modo de pervivir tras la muerte: conservar el patronímico –el apellido–, pero también el patrimonio. En una sociedad religiosa, esos bienes estaban ligados al culto y al templo de Jerusalén; en un pueblo ocupado, era necesario además colaborar con el ocupante; a nada de eso le hacían asco los saduceos. 

La perspectiva inquietante de una posible “justicia superior”, que pudiera exigirnos renunciar a los bienes de que disfrutamos ahora por ascendencia y posición social, se puede y debe exorcizar desacreditándola convenientemente, por ejemplo, ridiculizándola. Como vemos, la historia no aporta tantas novedades como a veces creemos.

En su respuesta, Jesús está diciendo que el Dios eterno y absoluto se ha hecho presente en la historia de los hombres abriendo nuevos horizontes de vida. 

El Dios que se acuerda de Abraham, Isaac y Jacob es el Dios que no los deja tirados en cualquier esquina de la historia, sino el Dios que tras crear y darles la vida, los salva y los rescata de la muerte.


LOS SADUCEOS
El nombre de "saduceos" viene de Sadoq, que fue un sacerdote muy influyente, ligado a la historia de David y de Salomón. Sadoq fue fiel a las orientaciones del rey de Israel. Desde entonces la familia de Sadoq heredó en puesto de Sumo Sacerdote. Siempre estuvieron ligados a la política. En tiempos de Jesús el término de los "saduceos" designaba a un partido político formado por miembros de la clase sacerdotal y de la nobleza. Muchos de ellos formaban parte del Sanedrín; consejo político que gobernaba la región de Judá.
Se convierten en funcionarios del culto. Son hábiles y astutos. Pactan y negocian con todos aquellos que no tocan sus riquezas. Están alejados del pueblo. Los saduceos aplicaban un código penal muy estricto. Parece ser que ellos fueron los responsables directos de la muerte de Jesús. José Caifás, sumo sacerdote que condenó a Jesús, formaba parte del partido de los saduceos.

¿Quiénes fueron los hermanos Macabeos?
Ante la opresión de Antíoco IV Epifanes, rey griego que intentó convertir todo el suelo de Israel a la cultura griega, y la ciudad de Jerusalén en una «polis», se levantaron en armas unos hermanos judíos de apellido «macabeos». Estaban liderados por Judas Macabeo. Era el año 167 antes de Cristo.

El apellido Macabeo proviene de la palabra hebrea «maccabá», que significa: martillo, gol- pear... Es una forma de expresar la fiereza con la que estos guerrilleros fundamentalistas ‘golpearon’ a los invasores, que tampoco quedaron atrás cometiendo atrocidades contra el pueblo judío.

La revolución tuvo éxito. Los sucesores de los hermanos Macabeos consiguieron una relativa independencia hasta el año 40 antes de Cristo, fecha en la que el Imperio Romano puso en el poder al rey Herodes el Grande, que gobernó más de cuarenta años. Al final de su reinado nació Jesús de Nazareth.

Prohibición de comer carne de cerdo
Todos los pueblos antiguos suelen tener prohibiciones heredadas desde antiguo. A estas prohibiciones se les denomina «tabúes». Es muy difícil saber cuál es el origen de estas prohi- biciones, porque se han transmitido de padres a hijos en forma de mandamiento religioso o social. Cada civilización tiene sus propios «tabúes».
El pueblo de Israel tenía varios tabúes relacionados con la alimentación. Por ejemplo: No deben comer carne y productos derivados de la leche al mismo tiempo; no comer sangre... Y no deben comer carne de cerdo. Este último precepto es el que aparece en texto del Libro de los Macabeos. Este tabú probablemente está relacionado con el peligro de contraer alguna infección debida a la triquinosis, enfermendad de los cerdos.



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