martes, 5 de mayo de 2015

SÓLO 1 MINUTO, MARTES


LA LLAVE DE LA FELICIDAD


Dios, el gran arquitecto del universo se había empezado a sentir profundamente
solo, entonces pensó que seria bueno crear a algunos seres especiales que le acompañen y con quienes poder disfrutar de su creación. Estos seres enseguida encontraron la llave de la felicidad y se fundieron con Dios y este volvió a sentir nuevamente su cósmica soledad.
Esto no puede continuar así- dijo el hacedor del universo y entonces decidió crear a los seres humanos, pero para que no le ocurra lo mismo que con los otros seres, pensó que debía ocultar la llave de la felicidad en un lugar en donde no sean capaces de encontrarla.

- ¿Donde la podré guardar para que los seres humanos no la encuentren jamás?- estuvo pensando. –¿Y si la escondo en el fondo de los océanos?- pensó, pero se dijo que algún día ellos llegarían hasta allí y conquistarían los mares.

- ¿Tal ves seria más seguro guardarla en una cueva escondida en la montaña más alta del Himalaya?- pero no le pareció una buena idea, pues sabia que los seres humanos tarde o temprano llegarían hasta allí descubrirían la cueva y también la llave.

Después pensó que a lo mejor si la escondía en otra galaxia, pero también intuía que los seres humanos un día explorarían todo el universo, descubrirían los agujeros negros y otras dimensiones de la realidad y llegarían a las galaxias más lejanas.

Que hacer, ningún sitio parecía seguro, pues los seres humanos tarde o tempranos conquistarían la tierra, los mares y los cielos, entonces donde poder esconder la llave de la felicidad para que no pueda ser encontrada por los seres humanos y evitar que así que estos se fundan con él para no tener que vivir otra vez una soledad tan cósmica.

- Eureka –dijo de pronto lleno de alegría –ya sé cual es lugar en donde los seres humanos nunca podrán encontrar la llave de la felicidad, la esconderé dentro de ellos mismos, en el fondo de su propio corazón, pues estoy seguro que la buscaran en todos lados, pero muy difícilmente buscaran encontrar la felicidad, dentro de su propio interior, dentro de sí mismos.

- Ves que si era un grillo el que estaba cantando- le dijo el maestro.

Maravillado el discípulo le dijo- Si tenias razón. No cabe duda de que ustedes los orientales tienen el oído mucho más fino que nosotros los occidentales.

- Te equivocas- le dijo el maestro sonriendo- no es una cuestión solo de escuchar con los oídos, sino con el corazón. Fíjate en esto- y sacando una moneda de su bolsillo la dejo caer sobre la acera. Cuando la moneda cayo al piso la gente que estaba cerca regresó a ver inmediatamente.

- Te das cuenta lo que ha pasado- le dijo el maestro- La moneda al caer ha hecho un ruido más débil e inaudible que el canto del pequeño grillo, y sin embargo, lo han oído muy bien la gente que por aquí pasaba. Eso se debe no a que en oriente tengamos más afinado el oído, sino que hemos aprendido no solo a oír sino a escuchar incluso lo inaudible de la sinfonía de la naturaleza, pues lo hacemos desde el corazón; mientras que occidente ha dejado de escuchar el silencio, por eso no puede escuchar el tierno y suave canto del grillo, occidente está tan consumido por el consumo, que solo le interesa las riquezas materiales y por eso privilegia el capital sobre la vida, y solo es capaz de oír el sonido del dinero y del poder.

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