miércoles, 6 de mayo de 2015

EL EVANGELIO DE HOY, MIÉRCOLES 6 DE MAYO

EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
–Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto.
Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él; ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

Juan   15, 1-8

COMENTARIO

El evangelio de hoy es el mismo que el que leímos el domingo pasado (5º de Pascua). Lamento citarme a mí mismo, pero no hay ni cabeza, ni corazón ni tiempo pera más.

Otra imagen tremendamente sencilla y plena de significados directos para el lector de cualquier tiempo; quizás haga falta un mínimo conocimiento agrícola pero, aún así, pese a que nuestras culturas son mayoritariamente urbanas se trata de una parábola muy rica en significación. 

El labrador, la vid y los sarmientos; el pastor y el rebaño…; imágenes que son obsesivamente inclusivas y decididamente marcadas por la “proximidad”. Digo inclusivas porque no son imágenes compuestas de “polos” que se repelen. Igual que el pastor guarda relación de sentido con el rebaño y el rebaño con el pastor, la vid necesita del labrador y de los sarmientos, el labrador de la vid, y los sarmientos de la vid. Frente a una religión, la judía en aquel tiempo, con unos elementos excluyentes muy marcados: judío-pagano, puro-impuro, sagrado-profano… Jesús introduce una nueva red de “significados inclusivos”.

Esta idea es la primera que me viene a la cabeza y al corazón: estamos hechos para la “proximidad”, para la “projimidad”. Cualquier sentimiento o cualquier acción que produzca “repelencia” lo tendremos que revisar, o quizás,  trabajárnoslo de tal modo que nos cuestione su re-definición o cambio.

Es verdad, por otra parte, que la proximidad o projimidad nos sugiere inter-dependencia y no “apropiación”. En la imagen de la vid y los sarmientos esta sensibilidad es muy notoria. La vid lleva su ritmo y el labrador no puede “apropiarse” de sus tiempos; los sarmientos, aún pegados a la cepa, son distintos, no-simétricos (¡vaya por Dios!), aunque la misma savia corre por ellos. Vid y sarmientos necesitan de la generosidad del labrador, porque sin él, a la larga, no daría fruto.

El creyente del siglo XXI es un gran “buscador” de “proximidades y projimidades”. Jesús, fuente y referencia de vida y amor,  vendría a se el gran río subterráneo que da consistencia a la red de brocales y pozos que somos cada uno de nosotros. La tierra, que nos sostiene y envuelve todo es  otra “imagen” del buen Dios que da consistencia a la vida.

Podemos gastar un tiempo precioso en enfrentarnos por lo que nos distingue; ...si mi sarmiento es más grande que el tuyo, ...si está más arriba o más abajo situado en la cepa, ...si mi brocal es blanco u ocre; las diferencias han de favorecer nuestras capacidades de atracción, porque la diversidad eso es lo que tiene, que facilita las cercanías.

Ahora bien, el tiempo más gracioso y el espacio más pleno, lo encontraremos en la vid, o en la corriente subterránea que nos recorre. Por eso, más que pensar en un dios de las alturas, habría que presentar a un Dios de la hondura, corriente subterránea o savia que todo lo impregna.

¿A dónde se dirigen los “esfuerzos “ de mis búsquedas y de mi fe? ¿A la permanente impostura exterior, o a la delicada, silenciosa y callada embriaguez de mi interior?.


Podríamos acabar aquí el comentario, pero quedarnos en la “maravilla” de la imagen propuesta por Jesús y “espiritualizarla” o mejor “espiritualoidizarla” (me acabo de inventar la palabra), la convertiría en estéril. Sí, estéril, porque hoy podríamos hacer una preciosa homilía sobre esta imagen pero luego, en nuestras realidades evangelizadoras cotidianas en vez de apostar por “círculos de pertenencia”, construir “cordones sanitarios”.


Un “círculo de pertenencia sería una bonita manera de pensar y de sentir la iglesia: -círculos-, donde no cuenta el “arriba y abajo”, –de pertenencia-, donde expansión e inclusión más que tensión aparente son claros signos de vitalidad.


Claro, que también podemos construir “cordones sanitarios”, es decir ghettos, donde el líder acaba arrinconado en su centro, y donde la expansión no va más allá de lugar que marca su propia miopía. 

¿Círculo o cordón? Esa es la elección.









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