EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no os tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»
Juan 15, 26-16, 4
COMENTARIO
Empezamos ya,
con el evangelio de hoy y con esta penúltima semana de Pascua, la preparación
de la fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. Un día sí y otra
también aparecerá esta “figura” divina llamada por la tradición Espíritu,
Defensor, Paráclito…Los textos nos permitirán aproximarnos a esta realidad
desde muchos matices.
Particularmente
el “matiz” de hoy a mi me resulta muy incómodo. Hay una expresión, compartida también
con otros evangelistas, que es muy dura: “llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a
Dios”. Es un
texto muy duro porque, dependiendo desde dónde lo leamos, sus aplicaciones son
muy variadas.
Lo que
está claro es que Jesús avisa de que el “conflicto” está asegurado para
aquellos que pretendan mantenerse fieles a su manera de vivir. La
conflictividad histórica del cristianismo, es decir, esa especial capacidad
para no huir de los problemas que va planteando la vida y “hacerles cara”,
forma parte también de la dimensión religiosa de la vida.
La
religión cristiana no es una religión de la “huida”, sino de la “permanencia”.
Porque, como bien sabemos, “la permanencia en el amor”, incorpora en no pocas ocasiones
alguna que otra dosis de sufrimiento. Como dijo aquel, “el sacrificio que no
nace del amor no tiene sentido, y el amor que no está dispuesto al sacrificio
no es auténtico”.
Ciertamente
esta conflictividad no se vive al mismo nivel en países donde abundan los
fundamentalismos irracionales, que en países donde, a pesar de la pluralidad,
podemos convivir personas con maneras de pesar distintas.
En este sentido creo
que tendríamos que tener mucho cuidado los cristianos que vivimos en países
democráticos, porque no es lo mismo “un ataque al corazón que un dolor de
muelas” (disculpad los ejemplos, pero es que como es lunes no quiero ser más
explícito por no empezar la semana con mucha violencia).
Y,
salvando las distancias, tengamos cuidado de paso, no sea que sin querer, como
nuevos neo-fariseos, pesando que “estamos dando culto a dios” (yo no me atrevo
a ponerlo con mayúscula), apaguemos voces críticas interesantes,
manifestaciones del Espíritu sugerentes, y experiencias reveladoras de Dios de
las que, como Iglesia necesitada de reforma, podríamos aprender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión.