EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:
–Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.
–Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.
Juan 10, 11-18
COMENTARIO
Acabamos de salir del asfixiante y
fecundo “discurso” del Pan de Vida, y ya nos está presionando otro no menos
peligroso: el discurso del “Buen Pastor”. Nos mantendrá entretenidos tres o
cuatro días. Añoro, de verdad, la “simplicidad” de Marcos: a día por milagro y
poco más.
Hoy y mañana los curas, con nuestro
“decir parsimonioso”, de panaderos nos convertiremos en ganaderos y supongo que
nos permitiremos el lujo de dar alguna que otra lección de “pastoreo”. Os he de
confesar que esta imagen del buen pastor me resulta incómoda por dos motivos.
En primer lugar, al poco de ser cura -no se me olvidará nunca- estando yo en
Jorquera, un pastor de verdad, después de misa me dijo: “lo que has comentado
está bien, es verdad que has dicho tres tonterías sobre los rebaños, pero
quitando eso, lo demás bien”. Una cura de humildad de la que no me he
recuperado.
En segundo lugar; esta imagen del Buen
Pastor, y sus derivadas, es muy complicada en nuestra cultura. Fijaos que esta
imagen ha caracterizado a toda la acción evangelizadora de la iglesia, a la que
se le llama “acción pastoral”. Obispos y sacerdotes se les llama “pastores”. Y
el palio arzobispal, esa cintita ancha que llevan los arzobispos sobre el
cuello también tiene resonancias pastoriles porque significa que el arzobispo
lleva sobre su cuello el peso del cordero y del rebaño entero; de hecho se
confecciona con lana de corderos. En fin, todo un universo simbólico hoy muy
“de vuelta”.
Y “de vuelta” por qué. Pues, a mi corto
entender, porque nuestra cultura no admite dirigismos “desde fuera”. Hoy
tendríamos que extraer el mensaje del “buen pastor” pero acertar a expresarlo,
bien con otras imágenes, bien con otras palabras. De hecho, el “imaginario” que
hay sobre el rebaño en nuestra cultura es más bien negativo: rebaño es quien
“se deja dirigir” sin criterio. Si además, de vez en cuando, “gerifaltes
religiosos” de turno, se nos aparecen diciéndonos lo que tenemos que pensar los
demás… la cosa se complica.
El reto evangelizador, hoy, consiste en
afirmar la posibilidad de un cristiano adulto –con criterio y no-borrego-, que
además se abra libremente a la experiencia del Dios-Amor. Y la imagen del
pastor y del rebaño no parece la más adecuada. Ahora bien, más allá de esta
desfase cultural que encontramos en la Biblia, ¿qué podemos extraer de la
Palabra de hoy?
Creo que nos sugiere el texto de hoy dos
experiencias religiosas –dos propuestas que ofrece la primitiva comunidad cristiana-
que pueden favorecer nuestras búsquedas religiosas y de sentido.
En primer lugar: igual que el pastor
“sintoniza” con las ovejas y las ovejas con el pastor, del mismo modo ha de ser
la experiencia entre el ser humano y Dios; una experiencia de absoluta
“sintonía”. No se puede afirmar a Dios a costa del ser ser humano y no se puede
afirma al ser humano a costa de Dios. El
ser humano y Dios caminan juntos en una única historia de “plenificación”.
Cuando afirmar a Dios supone “empecatar”
al ser humano, o cuando afirmar al ser humano supone “matar a Dios” –desde ese
mismo instante- dios ha dejado de ser el Dios cristiano. El Dios cristiano se
des-vive por la criatura, da la vida por ella. Es capaz de morir por amor a ella. Y del mismo modo un
ser humano que tiene que renunciar a “ser humano” –con sus limitaciones- para
poder ser divino (acercarse a Dios) sería des-decirse de lo que es desde el mismo instante de su
creación: “ser-humano”.
Por eso “hacer la voluntad de Dios” no tiene
más remedio que coincidir con “hacerte persona”. “Haciéndote persona”, y cada
vez más persona, se está cumpliendo en ti la voluntad de Dios sobre ti. Dios se
revela más en ti, cuanto más te realizas tu como persona.
Esta es la perfecta sintonía que, indudablemente,
ha de contar con las limitaciones “propias” del ser humano. (Aunque en mi vida
he probado las olivas es impropio de ellas que no tengan hueso… y aunque ya se
que se venden sin hueso, tendríamos que
preguntarnos qué altera más su naturaleza, que tengan hueso, a pesar de su
incomodidad, o que no lo tengan). Quiero decir con esto que es propio del ser
humano –e incómodo- “errar en el blanco”
(pecar), pero eso no es des-decirse de su “ser-humano”.
En segundo lugar: “tengo ovejas que no son de este redil”. ¡Esto es mareante! La
propuesta cristiana no puede hacerse a base de des-conexiones que creen
“corralitos” de elegidos (y ¡mira que hay corralitos en nuestras experiencias
locales y meta-locales de iglesia). La propuesta cristiana se hace a base de
aglutinantes que generen “amplios espacios de pertenencia”.
A mi corto entender, en este punto
estamos todavía “en pañales” en la iglesia católica. Todavía seguimos
reproduciendo la raquítica mentalidad judía puros-impuros. San Pablo ya marcó
esa ruptura venciendo una “gran muralla”, entonces definida en términos de
pecado, entre judío y paganos.
Hoy, nosotros, los católicos, volvemos a hablar
de cultura y comportamientos neo-paganos, a los que excluimos, si no nos pagan
con la moneda “sagrada” que sólo nosotros acuñamos (nuestra manera de pensar).
Perdonad la extensión de hoy; ya sabéis,
es sábado, ración doble. Disculpad el exceso de pro-vocación que pueda haber en
algunas partes del texto. Si os soy sincero, después de re-leerlo, en alguna
cosa de las que he puesto todavía no estoy de acuerdo yo conmigo mismo. Pero el
ejercicio es bueno para pensar y sobre todo por la necesidad que tenemos de
exiliarnos de un “buenismo” pastoril tan romántico y estético, como ridículo.
Buen fin de semana.
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