miércoles, 29 de abril de 2015

EL EVANGELIO DE HOY, MIÉRCOLES 29 DE ABRIL


EVANGELIO
En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»


Juan   12, 44-50

COMENTARIO
Os avisé ayer. Hoy empieza otro de los “discursos enredados” de Jesús. Enredado pero importante. Jesús se “jugaba” mucho en este tema, la comunidad cristiana lo sabía y por eso incide y reitera tanto en el tema, y para nosotros, en una sociedad tan aparentemente plural como la nuestra, creo que es una cuestión muy decisiva.

El trasfondo de los evangelios de hoy y de los próximos días podríamos formularlo con una pregunta: ¿por qué creer en Jesús?, ¿qué tiene él que no tenga otro contemporáneo suyo con perfil mesiánico? Por eso a Jesús, de vez en cuando le interrogaban y le hacían preguntas por el estilo: ¿quién eres tu?, ¿no es este el hijo de….? ¿quién te has creído que eres tu?

La respuesta de Jesús es clara: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado… el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar… lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.» O dicho con palabras más sencillas: “estas son lentejas si quieres las tomas y si no las dejas”.

Jesús no se esconde, con decisión muestra su identidad. Y su identidad no es cualquier identidad, su identidad es “Yo soy” –Yahve-. Evangelios como los de hoy son “blasfemos” para un judío “de orden”, y desde luego inaceptables. Pero a pesar de eso, en la defensa de lo fundamental, Jesús no se esconde en las “medias tintas” ni en los discursos “ambiguos”: “al pan pan y al vino vino.

¿Cómo nos afecta a nosotros esta “identidad fuerte” de Jesús? Pues….no se deciros bien. Por una parte creo que es una llamada a “decidir consecuentemente”. Es decir, hay cuestiones en la vida que no admiten “peros”; digamos que admiten “matices”, pero no “peros”.

Por poner un ejemplo: me podrá gustar la perfecta sencillez del románico, la pensada y delicada estética gótica, o el angustioso y ansioso desequilibrado puñetazo en la mesa artístico que supone el orgulloso y vanidoso barroco...(perdón)…pero, en cualquier esto son matices. Hay una “opción fundamental” previa que consiste en “vibrar” en torno a una mesa con pan y vino, junto con otros, haciendo memoria de aquel que fue crucificado a las afueras de la ciudad y a la intemperie de una mañana triste.

La obsesión que tiene Jesús por “identificarse” con el Padre es claramente una apuesta por convencernos de que su persona es “definitiva”, su amor es “pleno” y su muerte redentora. Y eso… no se negocia. Luego ya lo “cuentas bajo un techo sujetado por un arco de herradura, de medio punto, o al lado de una columna falsamente retorcida.

La clara apuesta de Jesús tiene para nosotros un correlato “incómodo”. ¿Doy yo por definitivo el modelo de persona hacia el que apunta Jesús? ¿Acojo como buena noticia la actitud de un ser humano a quién no le importa “perder” siempre, porque ha hecho de la “pérdida” ganancia.

Confesar a Jesús Hijo Único del Padre no es hacerle un super-hombre; es más bien, confesar al Padre como un Dios-bajo-mínimos, porque sólo así, el creador puede ser Dios y la criatura humana.




























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