EVANGELIO
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: - «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.» Jesús les respondió: - «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»
Juan 10, 22-30
COMENTARIO
Hoy acabamos con el tema del pastoreo. Es
curioso ver cómo a pesar de las
“obras” el pueblo judío tiene verdaderos problemas para creer en Jesús como
Mesías. ¡Cómo ha cambiado la mentalidad de entonces ahora! Lo que aquellos
judíos veían en Jesús, sus obras, no
acaban de convencerles. Necesitan una palabra
definitiva: «¿Hasta cuando nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.».
Resulta curioso cómo para aquella cultura las
“obras” -los “hechos”- no resultan relevantes. Sin embargo, en nuestra cultura,
en ocasiones, nos da la sensación de que lo que sobran son “palabras” y lo que
faltan son “obras” en cualquier ámbito de la vida, también el religioso. Ya lo
dice el refrán: “Obras son amores…”
Aparte de este matiz,
se nos vuelve a introducir en el discurso del Buen Pastor el tema de la sintonía. Hoy lo diríamos más “finamente”
con el término “feeling”. Parece mentira cómo una cuestión tan “débil” `puede
provocar una afección o desafección tan notable.
Ciertamente no podemos reducir
el rechazo que sufrió Jesús por parte de su pueblo al hecho de que no fuera
“santo de la devoción” de la institucionalidad judía. Pero, por otra parte, es
verdad que en la vida cotidiana el tema del “feeling” o la “sintonía” determina
mucho el nivel de pertenencia a la Iglesia.
Ya sabéis el dicho
-¡vaya, hoy llevo dos!- hace más ruido un árbol cayendo que todo un bosque
creciendo: por la misma razón “una palabra” dicha a des-tiempo por un
representante relativamente autorizado de la iglesia católica provoca un rastro
de desafecto hacia la propia iglesia muy incómodo para los que estamos dentro
de ella. Precisamente por esto, necesitamos cuidar mucho las sintonías con la
sociedad.
Es verdad que la tarea
evangelizadora ha de tener siempre una dimensión conflictiva, primero porque
Jesús lo tuvo, y segundo porque alguien tiene que ejercer también esa tarea en
la sociedad; me refiero a la tarea de “poner nombre” a las dis-funciones del
“sistema”.
Pero junto con eso, no podemos
estar dando la sensación de que estamos permanentemente enfrentados a la
sociedad, la Iglesia no tiene por que estar enfrente-del-mundo siempre: “Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la
vida eterna”.
En cualquier caso, más
allá de los “reconocimientos” y del “feeling”, está claro que para Jesús su
mejor curriculum era su propio testimonio, su propio “hacer”, su “vivir” de
cada día. Tengo la sensación de que, junto a los mecanismos post-modernos de transmisión
de la fe y de evangelización –que son
obviamente necesarios- , habría que apostar por unas “obras contundentes”, un “discurso
humilde” y una “simpatía esencial”.
Mañana empezamos otro "discurso" típico de San Juan. "Mi Padre y yo... yo y el Padre... mi Padre....yo". Paciencia.