EVANGELIO
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Lucas 24, 35-48
COMENTARIO
Hasta el propio Benedicto XVI, que no es
sospechoso de aventuras interpretativas, comentando este texto en su reciente
trilogía sobre Jesús de Nazaret, afirma
que quizás San Lucas exageró en exceso en este texto, sobre todo, al manifestar
una corporeidad extrema del Resucitado que hasta llegó a comer pez asado.
Ésta es la nueva pista de hoy: la
corporeidad “palpada” del Resucitado. El esquema es el mismo que el de los
anteriores relatos: reunión de discípulos, aparición de Jesús en la escena,
confusión con un fantasma y no-reconocimiento, diálogo, comida…pero ¡pista
nueva!...dice el Resucitado, “palpadme y daos cuenta de mi carne y huesos”.
¡Curioso eh!; hemos pasado del “noli me tangere” (ni se te ocurra tocarme) al
“palpadme”. ¿A qué se debe este “progreso” en este relato?
Sé que todos estos relatos puedan llegar
a ser confusos y contradictorios. Efectivamente lo son. ¡Las quejas a los
evangelistas, que yo cuando nací ya estaban redactados los evangelios! Pero la
Iglesia los ha mantenido en su contradicción y confusión. Y es que no fue fácil
mantener la convicción del Resucitado en aquella primitiva comunidad. Como no
es fácil mantener la “convicción” del Resucitado en nuestro contexto cultural.
Según cuentan los Hechos de los Apóstoles, ya San pablo, en uno de sus primeros
intentos de evangelización, encontró gente dispuesta a escucharle hasta que
dijo que el Crucificado había Resucitado; dicen tales Hechos que en aquel
momento le espetaron: “de bombones ni hablamos, de esto ya nos comentas otro día, querido” … y
se fueron.
A nuestra cultura le pasa lo mismo: lo de
la Resurrección se ha convertido en una piedra de toque de la credibilidad de
nuestra fe. Y hemos de proceder con mucha sensatez. El Nuevo Testamento nos
ofrece “pistas”, sólo pistas, inconexas y contradictorias; al fin y al cabo
como la propia vida nuestra de cada día. Hay días que estás para “tirar
cohetes” y otros días que piensas que “levantarte para nada… es tontería”… pero
¡maravilloso!, a pesar de eso cada día nos re-conocemos “montados” en esta
vida. O dicho con otras palabras: la contradicción y la confusión , las
“pistas” y “despistes” no nos impiden “la vida”, al revés son la garantía de la
“vida”. Sólo hay vida así en medio de todo este embrollo.
Aquella primitiva comunidad ha querido transmitirnos
que su sentimiento de Jesús Resucitado eran tan real como palpable. ¿Comió
pescado Jesús? … pues no lo se. Pero lo que si que es cierto es que aquella
primitiva comunidad mantuvo la apuesta vital del Maestro de Galilea en su vida
cotidiana, es decir, no hizo de la fe una historia “de ultratumba” y “para la
ultratumba”. La apuesta vital por el Resucitado no los sacó de la historia sino
que se empeñaron en decirnos que el Resucitado seguía siendo “uno de los
nuestros”, de carne y hueso.
Probablemente ellos, cuando se miraban
entre si, y cuando se reunían a hacer “memoria” de la Cena, veían reflejados en
sus rostros el “cuerpo” de Jesús, su mirada penetrante, su oído atento, su
gusto insaciable ofreciendo sabor en los sin-sabores, su tacto tierno y
delicado, su aroma sosegante y calmado. Ése es el “cuerpo glorioso” del
Resucitado. Un “cuerpo que sabea gloria” porque fue una vida que mereció la pena.
Por aquel entonces, San Pablo “se atrevió” a decir que la Iglesia, la comunidad, es el “cuerpo de Cristo”. De ahí que el testimonio creyente de aquella primitiva comunidad, y de nuestras comunidades eclesiales, sea decisivo para mantener “viva” no sólo la memoria sino también la presencia “plena” del Resucitado en esta historia.
Por aquel entonces, San Pablo “se atrevió” a decir que la Iglesia, la comunidad, es el “cuerpo de Cristo”. De ahí que el testimonio creyente de aquella primitiva comunidad, y de nuestras comunidades eclesiales, sea decisivo para mantener “viva” no sólo la memoria sino también la presencia “plena” del Resucitado en esta historia.
Hoy, nosotros, somos el “cuerpo del
Resucitado”. Toca comer pescado, como él. ¡Alguna ventaja teníamos que tener a
los que nos gusta el pescado más que la carne!. Y no sólo en Cuaresma.