EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: - «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.» Y los judíos comentaban: - «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?» Y él continuaba: - «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.» Ellos le decían: -«¿Quién eres tú?» Jesús les contestó: - «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.» Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
Juan 8, 21-30
COMENTARIO
¡Qué evangelio más complicado y enigmático el de
hoy! ¿O quizás.... no? Hay mucha “letra” pero lo realmente importante es la triple afirmación
“yo soy” que el evangelista pone en boca de Jesús. ¿Cuál es el misterio de este
“yo soy”? Ésta es la clave que permite des-codificar el texto y dotarle de un
sentido para nosotros que no vivimos en el contexto de la comunidad de San
Juan.
Todos hemos leído o escuchado que en el Antiguo
Testamento a Dios se le conoce por el nombre de Yahve. Pues bien, la traducción
de Yahve es precisamente ésta: “Yo soy”. Cuando Moisés pregunto a Dios en el
monte cuál era su nombre para informar al pueblo, Dios contesta que su nombre
es Yahve, es decir “Yo soy”.
Lo “provocador" del texto de hoy es que Jesús se
autoimpone el mismo nombre de Dios ante sus paisanos. Imaginad las reacciones
de la “casta” sacerdotal del momento; aunque, paradójicamente, el texto de hoy
afirma que mucha gente empezó a creer en él.
Para seguir des-codificando el texto aún habría que
decir otra cosa más. La expresión “yo soy”, cuando la escucha un judío, no la
interpreta, por su manera de pensar, como lo hacemos nosotros. Un judío, cuando
escucha de otro (o de Dios) esa expresión entiende algo así como “yo existo
para ti”, “yo estoy contigo”.
Pongámonos un poco finos: para la mentalidad judía
el “amor” (en sí mismo) no existe; existe gente que te quiere y que además tu
así lo percibes. Para un judío no existe lo intemporal y externo, sino lo histórico
y concreto.
Y si afinamos todavía mucho más, el “yo soy” puesto
en boca de Dios también podría significar algo así como “yo seré el que tú me
dejes ser para ti” –precioso, por cierto-.
Ya desde el inicio de la propuesta
reveladora de la biblia aparece un Dios que ha perdido el atributo de su poder
y dominio sobre la criatura, porque se cree esto de la libertad, y se pone en
manos de ella. Al fin y al cabo así es Jesús.
Cuando Jesús hace esa afirmación, “yo soy”, está
diciendo a quien le escucha que él es “pura donación”, “pura entrega”,
“generosidad absoluta”, “experiencia plena de amor”.
Este mensaje tiene una derivada para nuestra vida
creyente: “vivir como dios (con minúscula)” probablemente sea intentar tumbarte
en las poltronas del individualismo “marginante”;
pero “vivir como Dios (con mayúscula)” es “ser-para-los-demás”,
“existir-para-los-demás”, aún a riesgo del “olvido-de-sí”.
PD. Sobre la expresión “Cuando levantéis al hijo del hombre”, podéis leer el comentario un poco más técnico al que os refiero
desde aquí.
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