Esta expresión era
una expresión clásica que hacía referencia a la estancia del pueblo de Dios en
el desierto. (Números 21,4-9)
Resultó que
hallándose los israelitas en una región del desierto llamada Punon, se vieron
atacados por una plaga de «serpientes abrasadoras», denominadas así por la alta
fiebre que provocaba su mordedura.
Moisés curó al
pueblo herido por estas serpientes, construyendo una gran serpiente de bronce y
levantándola sobre un madero. Todos los que miraban la serpiente, quedaban
curados.
Entre los pueblos
orientales, la serpiente era signo de vida y tenía propiedades curativas. En el
lugar geográfico donde se sitúa este relato, se han hallado restos
arqueológicos que atestiguan la existencia de hornos de fundición de cobre.
Existen estudios sobre creencias mágicas y los poderes curativos del bronce.
Los primeros
cristianos comparaban a Jesús de Nazareth, levantado en la cruz, con la
serpiente de bronce levantada en el desierto ante el pueblo. Jesús, al ser
levantado en la cruz, ha traído la curación y salvación.
Para judíos y griegos era un escándalo el mensaje
de los cristianos. Para la mentalidad griega y judía no era posible comprender
cómo la salvación podía venir de un ajusticiado en la cruz. La gente común
esperaba que la revelación divina estuviera precedida de cambios en los astros
y esperaban que un poderoso profeta les comunicara la voluntad divina. Sin
embargo, esto no ocurrió así, y no ocurrirá porque Dios habla a los seres
humanos en la historia, no fuera de ella. Dios habla a los cristianos desde la
persona sencilla de Jesús de Nazareth.
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