El evangelio de hoy
forma parte de las reflexiones que los primeros cristianos se hicieron sobre la
Iglesia y sobre el perdón a los hermanos. La imagen del pastor y el rebaño es
clásica en toda la Biblia. Mediante esta imagen se expresó la misión de
Abraham, de Moisés, del rey David... Los grandes personajes del pueblo de
Israel habían sido pastores.
El libro del
profeta Ezequiel da un paso más: indica que Yahvé en persona será el pastor de
su pueblo al final de los tiempos. Este Buen Pastor (Yahvé) realizará múltiples
acciones positivas para liberar al pueblo que sufre: Buscar, llevar sobre los
hombros, alimentar, liberar, defender de los peligros, apacentar, sostener,
vendar a las heridas, buscar a la oveja perdida, cuidar a los corderos...
Mateo utiliza esta
imagen para definir cómo tienen que ser las relaciones en el seno de la
Iglesia, es decir, entre los miembros de la comunidad cristiana. Los primeros
cristianos tuvieron muy claro que no se puede abandonar a alguien por el hecho
de que sólo sea “uno” o por el hecho de ser “pequeño”. Al narrar la parábola, Mateo
pensaba en la responsabilidad de los dirigentes de las Iglesias. Los
responsables de las comunidades cristianas del siglo I deben actuar a imagen
del Buen Pastor, cuidando con solicitud de todos aquellos que les han sido
encomendados.
La mentalidad
dominante actual quiere obligarnos a aceptar, como cosa normal, el hecho de que
en nuestra sociedad haya personas totalmente marginadas porque no pueden seguir
el ritmo competitivo de la sociedad moderna, porque no consiguen incorporarse
al mercado de trabajo o porque no han tenido oportunidad de una educación
esmerada. Parece que se da como hecho inevitable que haya “ovejas perdidas”.
La Palabra de Dios
nos muestra que la actitud verdaderamente cristiana consiste en no resignarse
cuando alguien queda al margen de la comunidad humana o de la comunidad
eclesial. No vale la disculpa de que uno se ha perdido y que noventa y nueve
están a salvo. La voluntad del Padre no es acoger a “muchos”, sino a “todos”.
Una de las formas
de ser creyente hoy consiste en dedicar atención, energías y recursos a todos
aquellos que se hallan excluidos y al margen de nuestra sociedad.
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