Este relato es de los más elocuentes que hay en los
evangelios, para hacerse una idea de lo que representaba la fe para Jesús. Viene
a él un centurión romano. Era, pues, un cargo militar importante
(responsable de cien legionarios de las fuerzas de ocupación que había en
Palestina, dominada por Roma en aquel tiempo), que, como todos los militares de
entonces, tenía que hacer un juramento de fidelidad al Emperador al que, en
aquellos años, se veneraba como un "dios". Tal como nosotros
entendemos la fe y la religión, aquel militar tenía una fe desviada. Diríamos
que tenía una fe falsa, pagana, incluso herética. Pues bien, lo que
impresiona en este relato es el juicio que Jesús hace de la fe de este militar.
¿Por qué?
Aquel militar "de estrellas", o sea un
hombre que tenía un cargo importante, tenía además "un siervo" que
estaba enfermo, que sufría mucho y (según parece) estaba en peligro de
muerte. Sin duda alguna, aquel centurión era un hombre bueno. Profundamente
bueno. Porque no podía soportar ver a un siervo de su mansión sufriendo
tanto y amenazado de muerte. Y eso era para él lo más importante en la vida. Es
decir, lo más importante no era la religión de la fidelidad al emperador, sino
la fuerza de la bondad ante el sufrimiento de un siervo. Y esto es lo
que llevó a aquel hombre importante a buscar a Jesús, a suplicarle a Jesús, a
fiarse de Jesús y poner en Jesús su esperanza. En esto está la clave de
explicación de este relato genial.
Porque esta actitud de bondad del centurión produjo en
Jesús una profunda admiración. Jesús se "quedó admirado".
Nunca había visto tanta humanidad y tanta bondad en las personas más religiosas
de su propio pueblo. Y es que, a juicio de Jesús, lo decisivo no es la
religión a la que uno pertenece, sino la sensibilidad ante el sufrimiento, el
empeño por remediarlo, y la confianza en Jesús que puede darle solución. Jesús
nunca antepuso las ideas a las personas. Ni siquiera las ideas religiosas
fueron lo primero para él. Lo primero, para Jesús, fue siempre el
comportamiento ético, la bondad de las personas, la sensibilidad que los
humanos tenemos ante el dolor ajeno. Esto era la fe, para Jesús: "Nunca
he encontrado en nadie tanta fe". Esto es lo decisivo para el
Evangelio. Y en esto estuvo la "revolución religiosa" que puso en
marcha Jesús.
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