martes, 4 de noviembre de 2014

LAS PLAZAS Y LOS CRUCES DE SIEMPRE Y DE HOY.



Jesús resume hoy las enseñanzas sobre los banquetes leídas en días anteriores. La parábola que acabamos de leer hay que entenderla teniendo presente la siguiente idea tomada del judaísmo.


El Reino de Dios se asemeja a un gran banquete. Dios Padre es el anfitrión que invita a todos a compartir un tiempo nuevo. Los fariseos y dirigentes del judaísmo han sido los invitados tradicionales de Yahvé, pero han despreciado la invitación, poniendo excusas de peso. El banquete se abre ahora a nuevas personas: los marginados que existen dentro del judaísmo (los que viven en las plazas y calles de la ciudad) y los paganos (los que viven por carreteras y caminos).

Las excusas que pusieron los primeros invitados (los judíos) eran muy importantes. La tierra: para un judío la tierra era algo sagrado; Dios en persona la había entregado a su pueblo. El trabajo de la tierra y la fecundidad de la misma. La abundancia de cosechas era signo de la cercanía y bendición de Dios. El matrimonio era también esencial. Se trataba de la institución encaminada a hacer crecer el pueblo de Dios.

Pero Jesús considera que la llegada del Reino de Dios (simbolizado en el banquete) supone un cambio que altera las categorías de lo sagrado. Esta idea encaja perfecta- mente con la idea central del evangelio de Lucas, dirigido fundamentalmente a paganos que no conocen el judaísmo. Jesús ofrece su salvación a los marginados de la comunidad y a aquellos que todavía no han entrado en contacto con el evangelio. En el contexto de nuestros secularizados países europeos, son estas personas las que muestran a veces una búsqueda religiosa más auténtica.

¿Por qué salir a los caminos en búsqueda de los otros? ¿Por qué invitar a la mesa de las comunidades cristianas a los que se han alejado de la fe y se han olvidado de la iglesia? ¿Por qué mirar con especial consideración y cercanía a los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio civil, o a las parejas de hecho que viven juntas sin celebrar el sacramento? La única razón es porque los cristianos debemos tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús.

Sólo caminando con misericordia por los embarrados senderos de la vida, podemos descubrir al Dios que buscamos. El cristiano es una persona que repite en su vida la misericordia abierta que proclama el texto que hoy hemos leído.

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