EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»
Lucas 14, 12-14
COMENTARIO
Con quién comes hoy o con quién dejas de comer no se si es signo de la visibilización social que tienes. Si es así casi tendría que dejar de escribir porque yo salgo poco y raramente como fuera de mi casa. Aunque hay dos hechos que me llaman la atención en esto de las comidas sociales. Veamos.
Primero: dada mi experiencia en bodas ajenas, he podido comprobar cómo los novios se las ven y se las desean para “colocar” a sus comensales en los banquetes al efecto. Una mesa mal “compuesta” puede echar por tierra lo apetecible y estiloso del menú elegido. Conclusión: las mesas de los banquetes de boda no son espacios privilegiados para la reconciliación.
Segundo: cuando vas de cena con amigos y conocidos. Es curioso ver como llegando a la mesa comienza toda una estrategia de miradas, toses, y aproximaciones táctiles sobre las sillas con el objetivo de “caer” en el buen sitio, donde al parecer el “buen rollo” estará asegurado y al lado de quienes van a llevar la “voz cantante” de la degustación. Conclusión: si caes en la parte opuesta del buen rollo considérate “lisiado cojo y ciego” de los de hoy porque no eres digno del eventual anfitrión de turno.
Me permito extraer dos conclusiones finales y una recomendación. En nuestros días, las comidas pueden ser reflejo de nuestra sociedad. Una sociedad que está preparada para convertirse en una afirmación del “yo” (probablemente legítima, aunque discutible); de un “yo” que cada vez se entiende menos como “nosotros” y que, en cualquier caso, ha renunciado a hacer de la vida una continua experiencia de reconciliación. Con la excusa de convivir con otros, quiero dejar claro que estoy “frente a ti” y que soy “mejor que tu”.
En segundo lugar, hay una forma de comer en sociedad (es decir, hay una forma de vivir) que, lejos de ser experiencia de acogida y donación y de gratuidad, se convierte en un estresante medidor de liderazgos; y tengo para mi que los “lisiados, cojos y ciegos reales de hoy” acaban optando por comer en su casa donde, de verdad, se sienten acogidos.
Y la recomendación: cuidado con la Mesa del Banquete, la Eucaristía me refiero. Absurdo es reservar sitios, absurdo es enfadarse porque “me han quitado mi sitio”, absurdo convertirse en juez de quien come o deja de comer. ¿Es que no hemos aprendido aún que esa mesa es sobre todo de los que tiene dificultades para llegar (lisiados, cojos y ciegos), más que de aquellos orgullosos de tener su sitio seguro (amigos, hermanos y parientes ricos)?
PD: Como complemente riguroso al comentario de hoy os sugiero esta acertada perspectiva sobre el valor teológico, existencial y reconciliador de las comidas de Jesús. Podéis leerlo aquí.
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