En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: «El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.»
Dijo a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»
Dijo a sus discípulos: «Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.»
Lucas 17, 20+25
COMENTARIO
Tristemente la religión comparte campo semántico
con la magia, la superstición y lo extraordinario. Y digo tristemente porque, a
mi juicio, toda experiencia religiosa que no se alimente de normalidad,
cotidianidad y humanidad se aleja de la experiencia religiosa de Jesús de Nazaret, el
Maestro de Galilea.
Cuando a veces escucho expresiones tales como “hoy
el señor nos ha regalado este maravilloso día soleado que nos ha permitido
celebrar esta fiesta”, confieso que me me pongo de los nervios, porque hemos
convertido lo ordinario en extraordinario. Lo normal es que amanezca soleado o
que amanezca nublado o lluvioso; nada es un regalo de dios, ni un castigo de
dios; simplemente los días pueden ser así o no dependiendo de no se que fenómenos
atmosféricos bastante previsibles, por cierto; o si no que se lo digan a los de
la Fórmula 1 cuando dicen, “en tres minutos lluvia”… y llueve a los tres
minutos (¿serán dioses ellos?)
Esto de relacionar a dios con lo extraordinario es
emparentarlo con la magia y la superstición y de eso somos responsables
quienes, con la parsimoniosa benevolencia de nuestro cálido verbo, predicamos a
un dios comparable a un señorón o señorona, que dependiendo de cómo se levante
cada día, se muestra más dadivoso o más roñoso con los pobres que se encuentra.
Y ese dios, no es el Dios de Jesús.
Nosotros mismos, curas, frailes, monjas, catequistas,
obispos, laicos, seglares … cometemos la torpeza de fabricar ídolos a quienes
llamamos dioses. ¡Cómo queremos que la gente luego crea en el Dios verdadero! ¡Cómo
nos extrañamos de que para muchas personas, sobre todo los más jóvenes y los
jóvenes un poquito adultos, fe y ciencia, teología y física, mundo y Dios,
apareczcan como binomios enfrentados e irreconciliables! Nos lo ganamos a pulso.
Pero siempre queda el
consuelo del Evangelio de hoy. No van desencaminadas las personas que entienden
la fe de otro modo: sin ruido y sin estridencias porque “el reino de Dios no
vendrá espectacularmente”; sin
proclamar especialmente santos o prodigiosos a lugares o personas porque
nadie “anunciará que el Reino está aquí o esta allí ”. Cuánto nos cuesta
reconocer que el Reino está aquí, es de aquí, se nutre de cosas de aquí, de las
experiencias normales, cotidianas, rutinarias… “porque mirad, el reino de Dios está dentro de
vosotros”.
Frente
al espectacular “dios exterior” que tanto nos machaca”, Jesús nos invita a la
experiencia interior, al “Dios interior”
en el que “somos, nos movemos y existimos”. Un Dios que se nos va
revelando en la lenta realización de nuestro “hacernos persona” cada día, un
Dios que sufre porque sufrimos las personas; un Dios que es creador porque
sigue creando hoy, en el octavo, noveno, décimo … día del mundo cada vez que un
científico loco pero apasionado descubre una conexión molecular todavía
desconocida; un Dios para quien el tiempo es eterno, porque simple y maravillosamente
“todavía dura”.
Pero
claro, ese Dios cotiza a la baja en nuestra sociedad tan acostumbrada a los
espectáculos de luz y sonido, a las personas de relumbrón y a las palabras rimbombantes
y engoladas vacías de contenido y vaciadas de sentido.
Un comentario sobre el sentido teológico del Reino de Dios y el Hijo del Hombre, podéis leerlo aquí.Y también pulsando en este punto rojo de más abajo.
AQUÍ |
Entonces Dios es parte de nosotros Dios somos nosotros mismos porque se hace cada día Dios es parte. Del cosmo del cual formamos parte por lo que Dios somos cada uno de nosotros
ResponderEliminarComentario del Papa Francisco esta mañana en Santa Marta, ¿te has puesto desacuerdo con él?:
ResponderEliminar"Y cando uno piensa en la perseverancia de tantos cristianos, que llevan adelante su familia - hombres, mujeres - que se ocupan de sus hijos, cuidan a los abuelos y llegan a fin de mes sólo con medio euro, pero rezan. Ahí está el Reino de Dios, escondido, en esa santidad de la vida cotidiana, esa santidad de todos los días. Porque el Reino de Dios no está lejos de nosotros, ¡está cerca! Ésta es una de sus características: cercanía de todos los días".