El evangelio ofrece hoy dos episodios diversos que
Lucas une en su evangelio para completar una enseñanza. El primero es un
diálogo entre Jesús y un grupo de fariseos acerca de la llegada del Reino de
Dios. El segundo es una enseñanza a los discípulos sobre la llegada del Hijo
del Hombre.
En el primero, los interlocutores de Jesús son los
fariseos. La pregunta que estos le formulan se centra en “cuándo” llegará el
Reino de Dios. Jesús les advierte que no se trata de algo espectacular. Con
esta explicación Jesús critica el exclusivismo de escribas y fariseos, que
tenían una mentalidad muy cerrada sobre dos conceptos fundamentales de la
religión judía: Reino de Dios y Mesías.
El Reino de Dios. Era la antigua y más grande
esperanza del pueblo de Israel: Dios en persona se haría presente en la ciudad
de Jerusalén, a la que accedería desde el Monte de los Olivos y a la que
penetraría por la Puerta Dorada (puerta cincelada sobre la muralla) Una vez en
Jerusalén, Dios purificaría la tierra de Israel de paganos, extranjeros y
pecadores. Este Reinado de Dios se iniciaría con señales tan prodigiosas, en la
naturaleza y en los astros, que todos los pueblos y naciones de la tierra
acudirían a postrarse ante Él.
El Hijo del Hombre. En el texto de hoy aparece esta
expresión inusual, porque era extraño denominar al Mesías como «Hijo del
Hombre». Este título proviene del libro de Daniel y de un libro apócrifo del
A.T. llamado Libro de Henoc. El antiguo pueblo de Israel utilizó muchas y
variadas expresiones para expresar su creencia en el «Mesías» esperado. Los
primeros cristianos recurren a este título poco usual porque contiene dos
características que cuadran con la figura de Jesús: El «Hijo del Hombre» es un
personaje sencillo y desprovisto de poder. Al mismo tiempo tiene una visión
universal de la historia y los pueblos, superando la estrechez de miras del
judaísmo tradicional centrado en la etnia judía y en su religión.
Cada pequeño gesto de desapego, cada pequeña lucha
por liberarnos de lo que nos oprime social y personalmente, adquiere un valor
extraordinario en el crecimiento del Reino de Dios. El mensaje de Jesús en el
Evangelio de hoy es claro: el reino de Dios no es un espectáculo, sino un
proceso lleno de esfuerzo y compromiso por hacerle crecer en medio de nosotros.
Los cristianos construimos y hacemos llegar el
Reino de Dios mediante pequeños compromisos. El Reino de Dios crece en el
interior de cada uno cuando nos volcamos hacía los demás. De esta manera nos
vamos pareciendo un poco más a Dios. Muchas veces esperamos que las soluciones
vengan de fuera. Esperamos que las soluciones a los problemas se impongan sin
nuestra iniciativa, pero esto no es así. De nosotros y nuestro compromiso
solidario depende que el futuro de la humanidad sea parecido al Reino de Dios.
El texto termina diciendo que Jesús tendrá que
padecer mucho y ser reprobado por esta generación. Es decir, antes que pueda
volver el Hijo del Hombre, Jesús tiene que sufrir. Las soluciones nos cuestan.
No es fácil, pero podemos construir una comunidad mejor.
El cristiano evita presentar la fe como una experiencia intimista que sólo
afecta al interior de la persona. El reino de Dios requiere del esfuerzo
solidario de todos.
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