Ayer leíamos la introducción a la
vida pública de Jesús. Hoy Jesús comienza a hacer realidad la misión a la que
se siente llamado. La escena se desarrolla en la Sinagoga de Cafarnaún, donde
Jesús acudía cada sábado a enseñar a la gente. El relato está construido en
forma de «combate» entre las fuerzas del mal y Jesús.
El «endemoniado» intenta dominar
a Jesús pronunciando su nombre: «Jesús de Nazareth», «Santo de Dios»... Conocer
el nombre de alguien equivalía, en la antigüedad, a dominarlo. Jesús terminará
ganando la batalla y liberan- do a aquel hombre que sufre.
En tiempos de Jesús se
consideraban «endemoniadas» a las personas que sufrían alguna enfermedad
mental. Estas alteraciones psíquicas eran explicadas mediante la creencia de
que fuerzas malignas residían en el interior de la persona. Una especie de
«posesiones diabólicas».
Desde los parámetros de nuestra
cultura científica y experimental nos preguntamos si aquellos fenómenos eran
realmente «posesiones diabólicas», si Jesús curaba de verdad... Los discípulos
que escribieron el evangelio nunca se hicieron tales preguntas. Las curaciones
milagrosas era algo normal en el ambiente sociocultural y religioso de aquella
época. Con estos milagros, a los que los evangelios llaman «signos», de- sean
afirmar una idea: Jesús ha combatido con autoridad contra el mal y el dolor que
soportan los más pobres... y ha vencido.
Jesús hablaba «con autoridad».
Literalmente, quiere decir que era el autor de lo que decía, que no estaba
citando a otros, que no sacaba la fuerza de sus palabras de otro lugar. A los
Rabinos de aquel tiempo les encantaba comenzar sus prédicas con una cita
parecida a estas: «Como decía el
rabino...» o bien «Se dice que...». Sin embargo, Jesús decía simplemente: «Yo
os digo...».
Para hablar «con autoridad» es
imprescindible pensar y reflexionar previamente. ¡Qué interesante es hallar
personas capaces de hablar y actuar por sí mismas, sin esconderse tras los
otros! Es entonces cuando la verdad se pone de manifiesto. El término griego
con el que se expresa el concepto ‘verdad’ es «aletheia» y significa
exactamente: descubrir, permanecer en lo abierto, ser sincero, manifestarse en
verdad.
