Los discípulos de Jesús parecen
sensatos: "Estamos en despoblado -le dicen al Maestro- , y es muy tarde,
despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer".
Ellos no esperaban milagros aparatosos. Estaban con Jesús en un lugar apartado
porque se habían enterado del asesinato de Juan Bautista por parte de Herodes y
temían que a su Maestro le sucediera otro tanto.
Como Juan, Jesús no tenía pelos
en la lengua. Había que pasar a la clandestinidad. Por eso, la presencia de la
gente los incomoda. Lo ideal era despedirlos, disolver la manifestación para
que las cosas no fuesen a más. Que Jesús deje de enseñar al pueblo...
Pero Jesús no está de acuerdo con
estas sensatas propuestas: "Dadles vosotros de comer", les dice.
Seguramente que se mirarían unos a otros, pensando que el Maestro no estaba en
sus cabales...
Cinco panes y dos peces son todo
un símbolo. Hasta Jesús, el pueblo judío se alimentaba de la doctrina-pan del
Antiguo Testamento. (En arameo, doctrina ("hamira") y pan de levadura
("'amira") suenan igual).
Cinco son los libros del
Pentateuco; dos, el resto de las Sagradas Escrituras: los Profetas y los
Escritos. Pan y pez, alimento básico en el norte del país, junto al lago. Los
panes y los peces representan la enseñanza contenida en el Antiguo Testamento, alimento
que no satisfacía al pueblo que estaba infraalimentado, como oveja sin
pastor...
Jesús, pan de vida, "tomó
los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la
bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se
los dieron a la gente".
Esto es lo que Jesús hacía a
diario: interpretar las Escrituras, explicarlas a partir de la realidad de su
persona. Y gracias a esta enseñanza, nace el nuevo pueblo de Dios, el pueblo
cristiano, formado por cinco mil, como cuenta el libro de los Hechos (4,4), los
convertidos al Evangelio.
Jesús se convierte en el
verdadero alimento-pan-doctrina que sacia al nuevo pueblo de Dios, la comunidad
cristiana. Un pueblo, que, como el antiguo Israel, también tiene doce pilares
-los discípulos- cuya doctrina, recibida de Jesús, sacia a la comunidad.
Sobraron doce cestas, una por cada tribu.
Más que ante
un milagro o prodigio, estamos ante un relato simbólico. Por otro lado,
difícilmente podemos afirmar o negar, desde el punto de vista histórico, si
Jesús multiplicó los panes o no. La palabra "multiplicar" no aparece
para nada en la narración evangélica y no olvidemos que los números juegan un
papel simbólico en todo el Antiguo Testamento.