EN COLABORACIÓN CON EL OBJETIVO DE HELLÍN Y CADENA COPE
Me
proponen una reflexión sobre la Semana Santa que hace ya dos semanas que ha
acabado. Sinceramente… no me atrevo. La Semana Santa toca tres palos
fundamentales de mi vida, como hellinero, como cristiano y como sacerdote. Como
hellinero …(como reza el dicho) …nadie es profeta en su tierra; como cristiano…
uno deja mucho que desear; y como sacerdote…sobre todo me toca ser signo del
amor y de la misericordia de Dios y
nunca juez (y menos en mi pueblo donde aparte de juez también soy
parte).
Escribo
esto el día de mi cumpleaños y caigo en la cuenta de que uno ya va teniendo
edad para decir lo que piensa no sea que al final caigamos en la trampa de no
vivir, o dicho de otro modo, de pasarte
media vida “callando por no pecar” y otra media “pecando por no hablar”. De pronto se me ha “trampantojado” esta
pequeña reflexión que os propongo (a mi el primero) a modo de test; no con el
ánimo de juzgar nada sino de revisarnos todos.
Ya
saben mi pasión por la psicología profunda de lo cotidiano (en otro escrito ya
he glosado mi teoría sobre las gafas de sol como fidedigno escaparate de la
personalidad del individuo…); pues bien en este caso me fijaré en otra de mis
aproximaciones a la realidad; a saber, todas las cosas tienen forma, fondo y
sombra. Accedamos a la Semana Santa con esta plantilla y valoremos.
Una
persona, un acontecimiento o una institución con mucha forma pero sin fondo, se
convierte en fachada extravagante tan presuntamente resultona como inútil.
Vamos, en un fantoche. Por el contrario, una persona con fondo, pero sin forma,
ciertamente no existe, es un fantasma, porque la visibilización social es
necesaria es esta cultura de la imagen efímera.
Como la imagen es efímera hay
personas, acontecimientos e instituciones que dedican todo su tiempo a cuidar
su forma, y cuando pretenden encontrar su fondo, lo dejaron tan olvidado que ya
no existe y han dejado de ser lo que son. No se si han leído La Historia Interminable,
magistral libro para niños adultos y para adultos niños; pues bien, en esta
historia, un mono, intenta explicarle a
Atreyu, el protagonista, que hay ciertos seres
que han agotado todos
sus recuerdos. Y puesto que no tienen ya pasado, tampoco tiene porvenir. Para
ellos no puede cambiar nada, porque ellos mismos no pueden ya cambiar. Ese es
el drama de la forma sin fondo, del presente sin pasado, de la fachada sin
cimientos, del teatro sin vida , de la máscara sin personalidad, de la
testosterona sin delicadeza.
En
todo este viaje de la forma y el fondo cabe el riesgo que corre el pueblo de
una amiga mía. Es un pueblo pequeño que está en el centro de ciudades
importantes, pero siendo aparentemente el centro de todo, da la sensación de
que el pueblo está en medio de la nada. Esto suele pasar cuando la identidad
propia es tan líquida que se liquída
(si, ya se, liquída no lleva acento,
pero permítaseme la licencia para redondear la frase).
Apliquen
esta reflexión a personas, acontecimientos o instituciones que tiene que ver
con la Semana Santa y saquemos conclusiones. A mi juicio no nos falta identidad
pero si solidez, no nos falta nombre, pero si carácter, y sobra mucho,… mucho,
…mucho protagonismo, cosa que suele
pasar cuando falta la personalidad.
Pero
no se agobien, en primavera, cada vez con más horas de sol, a falta de fondo o
de forma, siempre nos quedará la sombra que todos proyectamos. Ojalá que se
buena sombra. Tan líquida, como el agua y tan cíclica como el sol, pero tan
deseada, cuando aquella falta o cuando éste aturde.