EVANGELIO
Uno de los
Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué
estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en
treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo.
El primer
día de los Azimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde
quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: “Id a la ciudad, a
casa de Fulano, y decidle: «El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo
celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos»”.
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: “Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar”. Ellos, consternados, se pusieron
a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?» Él respondió: «El que ha
mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se
va, como está escrito de él, pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del
hombre!; más le valdría no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo
iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?» El respondió: «Tú lo has dicho».
COMENTARIO
Jesús y sus
discípulos han iniciado la Cena Pascual. Según el antiguo ritual, de primer
plato han comido una ensalada de lechugas amargas, -parecidas a la endivia-,
moja- das en una salsa de especias llamada «haroset». Este primer planto
significaba los amargos momentos que vivieron cuando eran esclavos. Lo
acompañaban con una copa de vino.
Acto seguido
el cabeza de familia, -en este caso Jesús-, ha pronunciado la «haggadá»; una
oración en arameo que explica el significado de esta Cena y la necesidad de
transmitir a las futuras generaciones el recuerdo de la liberación que Dios
concedió al pueblo.
El segundo
plato es el Cordero asado, acompañado con unas delgadas tortas de pan sin
levadura. Ambos elementos simbolizan el tiempo nuevo. Jesús, como estaba ex-
pulsado de la sinagoga, no pudo comer el cordero. Ningún evangelio hace alusión
al plato de cordero. Seguramente lo sustituyeron por un cabrito, ya sin ninguna
resonancia ritual.
Luego
cantaron los salmos 114-118 acompañándolos de unas copas de vino. Son salmos de
alabanza y se llaman de «hallel», raíz de la palabra «aleluya».
La actitud de Jesús nos llama a revisar nuestras actitudes. Muchas veces
pensamos que los gestos de perdón nacen de la cobardía. Pero, esto es sólo un
prejuicio cultural. El cristiano perdona y ve en el perdón un gesto de grandeza
humana. Jesús nos invita a poner, con el perdón, punto final a la espiral de
las pequeñas violencias que rodean nuestra vida.
¿Qué sabemos
de Judas Iscariote?
En este
contexto aparece la siniestra figura de Judas Iscariote. Por su nombre sabemos
que tenía fuertes tendencias nacionalistas. En nombre de Judas hace referencia
a Simón Judas, uno de los guerrilleros Macabeos que se levantaron en armas
contra la dominación griega. Por el apellido, Is’ Kariot, intuimos que procedía
de una pequeña población de Judá llamada Kariot. Llama la atención que sea el
único apóstol que no procede de Galilea.
Aunque
tradicionalmente se ha visto en él el símbolo de la avaricia, porque
administraba la bolsa común, los motivos históricos de su traición hay que
situarlos en la concepción de Mesías que tenía. Judas se adhiere a Jesús porque
cree que va a ser un mesías guerrillero... Cuando ve que no va a ser así, duda,
se siente decepcionado y le entrega.
Las treinta
monedas es una cantidad simbólica: Diez monedas más que el precio por el que
fue vendido el patriarca José. Porque Jesús es más importante que este
patriarca que, vendido por sus hermanos, llegó a ser virrey de Egipto y salvó a
su familia. Algunos comentaristas sugieren que Judas pudo ser un espía de los
fariseos: Un «topo» del Sanedrín para controlar a Jesús. Tras haberle vendido,
duda, intenta volverse atrás, le remuerde la conciencia... Los evangelios
muestras a Judas con un perfil psicológico angustiado, que le conducirá
finalmente al suicidio.
Frente a las turbulencias psicológicas de Judas, Jesús aparece sereno,
consciente de la dura misión que le toca cumplir, ofreciendo perdón.