EVANGELIO
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero
de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén;
iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían,
Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran
capaces de reconocerlo. ( )
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer
lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto
para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de
la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le
apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos
y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía nuestro
corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escritura?”
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde
encontraron reunidos a los Once con sus compañeros que estaban diciendo: “Era
verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”. Y ellos contaron lo
que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan.
Lucas 24, 13-35
COMENTARIO
Hoy leemos una de las narraciones más bonitas del Evangelio: El
relato de los discípulos de Emaús. Es la historia de dos discípulos abatidos y
derrotados en encuentran la esperanza yendo de camino.
La localización geográfica de la ciudad de Emaús resulta problemática,
porque a la distancia de los 60 estadios (11 kilómetros) que cita el evangelio,
no hay ninguna ciudad llamada Emaús. La Emaús existente se hallaba a 160
estadios (31 kilómetros). Parece ser que esta diferencia se debe a errores de
amanuenses.
La palabra Emaús hace referencia a «fuentes termales». En la
ciudad que se halla a 31 Km. existen tres de estas fuentes cuyas aguas se
conducía a través de canales. Fue un lugar de luchas nacionalistas,
primeramente contra la invasión griega y posteriormente contra la dominación
romana. Cien años después de la muerte de Jesús, esta ciudad fue destruida
totalmente por los ejércitos romanos.
Pero la narración que leemos no centra su interés en datos geográficos.
Sobre este escenario, se muestra cómo los creyentes deben hacer un «camino» de
fe que les lleve a encontrarse con Jesús resucitado. Este relato es una «catequesis»
para las primeras comunidades cristianas. Las etapas progresivas de este camino
están puestas en boca de los dos discípulos que caminan a Emaús. Los pasos de
este itinerario de fe son:
- Los discípulos no descubren a Jesús cuando ven la vida desde
la muerte. Jesús no pasa de ser un fracasado, y ellos unos pobres
decepcionados.
- Los discípulos no descubren a Jesús cuando piensan que las
estructuras injustas y el mal triunfan siempre. «Pensábamos que él iba a
liberar a Israel, pero... »
- Los discípulos comienzan a entrar poco a poco en la luz, con
una nueva interpretación de las Escrituras en las que se da sentido al esfuerzo
y al sacrificio por transformar la realidad.
- Los discípulos descubren a Jesús cuando se abren al necesitado
que camina con ellos, acogiéndole y ofreciéndole todo lo que tienen;
compartiendo: “Quédate con nosotros, la tarde está cayendo y se termina el día”.
- Los discípulos encuentran a Jesús vivo y solidario en la
celebración de la Eucaristía: «Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y
se lo dio»
- Los discípulos prolongan el encuentro con Jesús poniéndose en
camino para comunicar la esperanza que han encontrado.