martes, 10 de diciembre de 2013

MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO, 10 DE DICIEMBRE

EVANGELIO


Dijo Jesús a sus discípulos:
«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra,  os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños».
Mateo 18, 12-14
COMENTARIO


El evangelio de hoy forma parte de las reflexiones que los primeros cristianos se hicieron sobre la Iglesia y sobre el perdón a los hermanos.
La imagen del pastor y el rebaño es clásica en toda la Biblia. Mediante esta imagen se expresó la misión de Abraham, de Moisés, del rey David... Los grandes personajes del pueblo de Israel habían sido pastores.

El libro del profeta Ezequiel da un paso más: indica que Yahvé en persona será el pastor de su pueblo al final de los tiempos. Este Buen Pastor (Yahvé) realizará múltiples acciones positivas para liberar al pueblo que sufre: Buscar, llevar sobre los hombros,  alimentar, liberar, defender de los peligros, apacentar, sostener, vendar a las heridas, buscar a la oveja perdida, cuidar a los corderos...

 Mateo utiliza esta imagen para definir cómo tienen que ser las relaciones en el seno de la Iglesia, es decir, entre los miembros de la comunidad cristiana. Los primeros cristianos tuvieron muy claro que no se puede abandonar a alguien por el hecho de que sólo sea “uno” o por el hecho de ser “pequeño”. Al narrar la parábola, Mateo pensaba en la responsabilidad de los dirigentes de las Iglesias. Los responsables de las comunidades cristianas del siglo I deben actuar a imagen del Buen Pastor, cuidando
con solicitud de todos aquellos que les han sido encomendados.

La mentalidad dominante actual quiere obligarnos a aceptar, como cosa normal, el hecho de que en nuestra sociedad haya personas totalmente marginadas porque no pueden seguir el ritmo competitivo de la sociedad moderna, porque no consiguen incorporarse al mercado de trabajo o porque no han tenido oportunidad de una educación esmerada. Parece que se da como hecho inevitable que haya “ovejas perdidas”.

La Palabra de Dios nos muestra que la actitud verdaderamente cristiana consiste en no resignarse cuando alguien queda al margen de la comunidad humana o de la comunidad eclesial. No vale la disculpa de que uno se ha perdido y que noventa y nueve están a salvo. La voluntad del Padre no es acoger a “muchos”, sino a “todos”.  

Una de las formas de ser creyente hoy consiste en dedicar atención, energías y recursos a todos aquellos que se hallan excluidos y al margen de nuestra sociedad. 



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