EVANGELIO
Dijo Jesús a sus discípulos:
«¿Qué os parece? Suponed que un
hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en
el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella
que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre
del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños».
Mateo
18, 12-14
COMENTARIO
El evangelio de hoy forma parte de
las reflexiones que los primeros cristianos se hicieron sobre la Iglesia y
sobre el perdón a los hermanos.
La imagen del pastor y el rebaño
es clásica en toda la Biblia. Mediante esta imagen se expresó la misión de Abraham,
de Moisés, del rey David... Los grandes personajes del pueblo de Israel habían
sido pastores.
El libro del profeta Ezequiel da
un paso más: indica que Yahvé en persona será el pastor de su pueblo al final
de los tiempos. Este Buen Pastor (Yahvé) realizará múltiples acciones positivas
para liberar al pueblo que sufre: Buscar, llevar sobre los hombros, alimentar, liberar, defender de los
peligros, apacentar, sostener, vendar a las heridas, buscar a la oveja perdida,
cuidar a los corderos...
Mateo utiliza esta imagen para definir cómo tienen que ser
las relaciones en el seno de la Iglesia, es decir, entre los miembros de la
comunidad cristiana. Los primeros cristianos tuvieron muy claro que no se puede
abandonar a alguien por el hecho de que sólo sea “uno” o por el hecho de ser “pequeño”.
Al narrar la parábola, Mateo pensaba en la responsabilidad de los dirigentes de
las Iglesias. Los responsables de las comunidades cristianas del siglo I deben
actuar a imagen del Buen Pastor, cuidando
con solicitud de todos aquellos
que les han sido encomendados.
La mentalidad dominante actual
quiere obligarnos a aceptar, como cosa normal, el hecho de que en nuestra
sociedad haya personas totalmente marginadas porque no pueden seguir el ritmo
competitivo de la sociedad moderna, porque no consiguen incorporarse al mercado
de trabajo o porque no han tenido oportunidad de una educación esmerada. Parece
que se da como hecho inevitable que haya “ovejas perdidas”.
La Palabra de Dios nos muestra que
la actitud verdaderamente cristiana consiste en no resignarse cuando alguien
queda al margen de la comunidad humana o de la comunidad eclesial. No vale la disculpa
de que uno se ha perdido y que noventa y nueve están a salvo. La voluntad del
Padre no es acoger a “muchos”, sino a “todos”.
Una de las formas de ser creyente
hoy consiste en dedicar atención, energías y recursos a todos aquellos que se
hallan excluidos y al margen de nuestra sociedad.
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