Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: “Ése acoge a
los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “Si uno de
vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en
el campo y va tras la descarriada hasta que la encuentra? Y, cuando la
encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa,
reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: «¡Felicitadme!, he encontrado
la oveja que se me había perdido». Os digo que así también habrá más alegría en
el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos
que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde
una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la
encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para
decirles: «¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido». Os
digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador
que se convierta”.
Lucas 15, 1-10
COMENTARIO
El capítulo 15 de san Lucas ha sido llamado "el corazón del
evangelio". Nos transmite unas parábolas muy características: las de la
misericordia. Hoy leemos la de la oveja descarriada y la de la moneda perdida.
La parábola de la «oveja perdida» es un clásico de la literatura judía. La
imagen del Buen Pastor fue utilizada para definir a los grandes personajes del
pueblo de Israel: Abraham, Abel, Jacob, José, Moisés, David...
El profeta Ezequiel definió a Yahvé como el Buen Pastor, que
realizaría en favor de su pueblo las siguientes acciones: Hallar a las ovejas
perdidas, recoger a las descarriadas. Vendar a las heridas, curar a las
enfermas. Congregar al rebaño, librarle de oscuridad. Apacentar en jugosos
pastizales. Ayudar a las ovejas flacas y débiles. Ahuyentar a los animales
dañinos. Ofrecer lugares seguros. Liberar de la opresión y el yugo...
Jesús dice claramente a los fariseos y publicanos que la actitud
de Dios con pecadores y sencillos es de misericordia total.
Para comprender la parábola de la «moneda perdida», hay que
conocer algo de las costumbres judías de la época. La idea central es similar a
la de la «oveja perdida» Las mujeres de Palestina se colocaban un tocado en la
cabeza que estaba cubierto de monedas. Se trataba de un pañuelo de boda, que contenía
una serie de monedas adheridas y que, en caso de necesidad, eran arrancadas y
utilizadas para sobrevivir. Las monedas puestas solían ser de oro. Equivaldrían
a esas pocas joyas que tiene una mujer de nuestros días y que, en caso de apuro
económico, intentará vender para sostener y ayudar a la familia, pero sólo en
caso de mucha necesidad.
La mujer a la que alude la parábola era una mujer muy pobre, tan
sólo tiene 10 monedas. En estos tocados solían ir adheridas más de 100 monedas.
La lección de este evangelio se orienta hacia nuestra actitud
para con los demás. Sería una pena que estuviéramos retratados en los fariseos
que murmuran por el perdón que Dios da a los pecadores, o en la figura del
hermano mayor del hijo pródigo que no quería participar en la fiesta que el
padre organizó por la vuelta del hermano pequeño. ¿Tenemos corazón mezquino o
corazón de buen pastor?
Jesús narró estas parábolas para que aprendamos a imitar la
actitud de ese Dios que busca a los que han fallado, que les hace fácil el
camino de vuelta, que les acoge, que se alegra y hace fiesta cuando se
convierten. ¿Acogemos nosotros así a los demás cuando han fallado y se
arrepienten? ¿qué cara les ponemos? ¿quisiéramos que recibieran un castigo
ejemplar? ¿les echamos en cara su fallo una y otra vez? ¿les damos margen para
la rehabilitación, como Jesús a Pedro después de su grave fallo? Si somos
tolerantes y sabemos perdonar con elegancia, entonces nos podemos llamar
discípulos de Jesús
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