En
el caso europeo la verdadera pregunta sería por qué a pesar de las altas
tasas de creyentes que las encuestas indican, éstos no ven necesidad de
participar con regularidad en las instituciones religiosas. Stark plantea
resolver esta incógnita con una serie de axiomas y razonamientos. Para
ello parte de la idea de que la variable realmente importante, aquella que
explica las variaciones en el compromiso religioso, es la oferta, la actividad de
las organizaciones. Según él, la demanda religiosa agregada se mantiene más o menos
constante a través del tiempo y el espacio, aunque a veces sea latente. Los individuos,
sin embargo, varían en necesidades y gustos, en religión como en lo demás, por
lo que unos demandan mucho compromiso y otros menos.
Consecuentemente,
no puede haber una única empresa religiosa que pueda dar entera satisfacción
a tanta diversidad individual. De lo que se sigue que el estado natural de
la religión en todo tiempo y lugar es el de pluralismo religioso, el de
diversidad de organizaciones que compiten por creyentes o demandantes
religiosos.
Históricamente,
sin embargo, este estado natural pluralista se ha visto suprimido a menudo
en favor de religiones oficiales, que hacían las veces de monopolios
religiosos. Ante situaciones de mercado religioso intervenido, los
monopolios no tenían incentivos para atraer a su congregación, cautiva
después de todo, y podían descuidar sus labores religiosas sin verse
expulsados del mercado. Esto es lo que finalmente explica la situación de apatía religiosa
a pesar de que la demanda y la creencia sigan presentes, como los estudios revelan.
Su latente demanda religiosa no puede ser satisfecha por unas organizaciones acomodadas.
Así
podemos explicar que haya tantos creyentes sin pertenencia. Como el mercado religioso ha estado
tradicionalmente intervenido, muchos nichos religiosos con demandas específicas
han dejado de cubrirse. La apatía religiosa es consecuencia de siglos de
regulación religiosa.
No
es casualidad, nos dice Stark, que donde el clero está mejor pagado por el
estado, como en Alemania y Escandinavia, sea donde podemos esperar tasas más
altas de secularización. Contrariamente a lo que Berger creía en un principio,
la mejor garantía de vitalidad religiosa la proporcionan situaciones de sano pluralismo
competitivo, como lo demuestran tanto la pujanza que el Islam recibe gracias a
la pugna entre distintas corrientes como el renacimiento religioso de América
Latina, que debemos atribuir a un emprendedor movimiento evangélico que ha
conseguido entrar en un mercado previamente atendido por un adormecido
monopolio católico (Stark, 2006)”
(V. Esteban, Más allá
de la secularización,
Universidad de la Laguna, España)
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