Su madre no se habría
opuesto a que entrase en la Orden de San Benito, pues probablemente le
imaginaba ya abad de Monte Cassino, pero no podía aceptar que hubiese abrazado
una orden de mendicantes. Así pues, partió hacia Nápoles con la intención de
disuadir a su hijo, pero los frailes enviaron rápidamente a Tomás al convento
de Santa Sabina de Roma y, cuando Teodora llegó, ya no encontró allí a su hijo.
El superior general de la orden decidió que Tomás le acompañase a Bolonia junto
con otros religiosos, pero Teodora no estaba dispuesta a verse burlada de ese
modo y avisó a sus hijos mayores, que servían en el ejército del emperador en
Toscana, para que impidieran la partida de Tomás. Cuando el joven religioso se
hallaba descansando a la vera del camino de Aquapendente, cerca de Siena, sus
hermanos se presentaron con un pelotón de soldados. En vano intentaron
arrancarle el hábito, pero sí lo llevaron prisionero a Rocca Secca y después al
castillo de Monte San Giovanni, a cuatro kilómetros de distancia, donde le
encerraron, sin permitir más visitas que las de su hermana Marotta, que no era
precisamente devota. Al principio, trataron de hacerle cambiar de ideas por
todos los medios de convicción posibles; después, empezaron a mitigar poco a
poco la severidad de la prisión. Santo Tomás aprovechó el cautiverio para
estudiar las «Sentencias» de Pedro Lombardo y aprender de memoria gran parte de
la Sagrada Escritura. Se dice que fue entonces cuando escribió un tratado sobre
los sofismas de Aristóteles. Al ver fracasados todos sus intentos, los hermanos
de Tomás concibieron el infame proyecto de introducir en su habitación a una
mujer de mala vida. Pero el santo tomó una tea ardiente para echarla fuera. Se
dice que inmediatamente después, se durmió y tuvo un sueño en el que vio a dos ángeles
que le ciñeron el pecho con una cuerda que simbolizaba la castidad.
Viajo a Colonia, donde
estudió con San Alberto Magno. Más adelante vivió en París. Santo Tomás de
Aquino poseía una inteligencia privilegiada, y el cauce natural de su vida fue
dedicarse al estudio y a la reflexión. Escribió una gran cantidad de tratados
teológicos y filosóficos, todos de gran profundidad.
Sus ideas fueron muy
importantes en su época, pues entre otras cosas logró conciliar a distintas órdenes
que estaban en pugna. Pero aún más relevante fue su pensamiento después de su
muerte, pues durante muchos siglos fue la base de acción de la Iglesia, lo que
se conoce como la escolástica.
La base de su
pensamiento es la demostración de que Dios es el motor inmóvil que anima todo
cuanto existe, siendo el fin primero y último de todo. Y con su obra logra
integrar de manera definitiva la filosofía de la Grecia Clásica de Platón y
especialmente de Aristóteles a la teología de la Iglesia.
No obstante, quienes
lo conocieron lo describieron como contemplativo y devoto, respetuoso y
silencioso, alguien a quien era fácil querer. Tomás sabía que la inteligencia
no es nada si no está al servicio de los demás. Por eso su lema era
"contemplata aliis tradere", que quiere decir más o menos: “transmitir
a los demás la sustancia de las reflexiones”.
Siglos después de su
muerte, fue reconocido como Doctor de la Iglesia, con el sobrenombre Doctor
Angelicus. Es el santo patrono de las escuelas y de todos los institutos de
educación.
Tomás de Aquino tiene frases memorables, sólo disculpables por el contexto de su época, pero la que glosa os a continuación es una buena dosis de sentido común:
“El pecado ofende a dios lo que perjudica al hombre"
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