EVANGELIO
Al salir Jesús de la sinagoga de
Cafarnaún, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón
estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano
y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le
llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la
puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y
como los demonios lo conocían, no les permitía ha- blar.
Se levantó de madrugada, se marchó al
descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al
encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca”. Él les respondió: “Vámonos a
otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he
salido”.
Así recorrió toda Galilea predicando en
las sinagogas y expulsando los demonios.
COMENTARIO
La enorme lectura simbólica que tienen los textos evangélicos, y que indudablemente arrancan de su anclaje con la historia, nos permite hacer de esta palabra una palabra viva y siempre actuante para el ser humano. El texto que leemos hoy en el que se encuentra, entre otras cosas, la curación de la suegra de Pedro bien podría valer para revisar nuestras opciones evangelizadoras y pastorales.
La palabra "fiebre" tiene la misma raíz que "fuego. Y el fuego ha sido siempre un símbolo religioso que nos trae recuerdos de purificación, de conversión. Fuego es el acontecimiento que trae Jesús según el Bautista. El bautismo de fuego era el bautismo esperado por la tradición mesiánica.
Pero Jesús parece que entiende el fuego no como una actitud destructiva y combativa, al estilo de ciertos mesianismos políticos muy arraigados en la cultura judía. El mesianismo de Jesús lo era desde el servicio. De ahí que la curación de la suegra de Pedro acabe con la actitud de servicio de aquella mujer que se puso manos a la obra cuando "se le pasó la fiebre".
Algún autor cristiano ha visto en la curación de la suegra de Pedro, la propia curación de Pedro, de sus delirios de grandeza al frente de la primitiva comunidad cristiana.
Y también nosotros hemos de ser curados de nuestras fiebres de grandeza -porque haberlas las hay- que, en ocasiones nos hagan delirar con unas opciones evangelizadoras que hagan de nuestro proyecto católico el único verdadero y de nuestra praxis cristiana la única posible. ¿Se nos habrán de pasar también estas fiebres y ponernos , más bien, a servir?
Y ALGUNA CURIOSIDAD
La Casa de Pedro
Las últimas investigaciones arqueológicas
realizadas en las ruinas de Cafarnaún arrojan los siguientes datos: A menos de
cien metros de las ruinas de la gran Sinagoga se han hallado los restos de una
basílica octogonal bizantina. (Siglo IV) Excavando los cimientos de esta
Basílica se ha descubierto que fue construida sobre los cimientos de una casa
judía del siglo I. Pero no es una casa cualquiera. En ella se aprecian signos y
elementos que denotan fue habitada por una comunidad judeo-cristiana del siglo
I.
La estructura de dicha casa coincide con
la descripción de la «Casa de Pedro» del texto de hoy. Los peregrinos de Tierra
Santa, contemplan la estructura de la citada casa. En ella existe una
habitación más amplia sobre la que se centró la basílica de planta octogonal
del siglo IV. Existen evidencias arqueológicas para afirmar que nos hallamos
ante la Casa de Pedro, lugar en el que Jesús curó a la suegra de Pedro,
aquejada de fiebres muy altas. Igualmente cabe afirmar que Jesús de Nazareth
debió residir, durante sus estancias en Cafarnaún, en esa habitación de mayor
relieve sobre la que se construyó la basílica paleocristiana. Se trata de una
nueva forma de acercarse a los Evangelios
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