Jesús nos deja una promesa profundamente espiritual: “me revelo a quien me ama y guarda mi palabra”.
No se trata de un privilegio reservado a unos pocos elegidos, sino de una invitación abierta a quien vive desde el amor y la fidelidad. Dios se revela no al que aparenta, sino al que busca sinceramente.
Como decía Picasso, “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”; de modo similar, la presencia de Dios se hace visible en quien permanece vigilante, con el corazón dispuesto y las manos abiertas.
Por eso, creo que generan desconfianza las personas que van por la vida envueltos en luces artificiales, pretendiendo haber alcanzado alturas espirituales sin haber caminado el valle de la humildad.
La fe verdadera florece en la persona que ha cultivado la sensibilidad, esa que se manifiesta en ternura, misericordia y compasión.
Sin estas actitudes, la presencia de Dios pasa desapercibida, por más que Él nunca deje de mostrarse.
La historia humana es el lugar donde Dios sigue revelándose. Pero solo quien afina el oído del alma logra percibir su voz.
Pilato, por poner un ejemplo, no fue un monstruo, pero su indiferencia lo volvió ciego. En cambio, los sencillos de corazón, aun sin grandes palabras, llegan a tener experiencia de Dios.
¡Ven Espíritu ven
ResponderEliminary lléname Señor
con tu preciosa unción.
Purifícame y lávame
renuévame, restáurame Señor
con tu poder.
Te quiero conocer!
~ Ven Espíritu Ven ~