Los ninivitas y la Reina del Sur simbolizan a los extranjeros que, en la mentalidad judía de la época, estaban excluidos de la bendición divina. Muchos creían que la elección de Israel era un privilegio exclusivo. Jesús desafía esta visión, promoviendo la inclusión sobre la exclusión y revelando el amor incondicional de Dios.
Este mensaje sigue siendo actual: el orgullo, cuando se convierte en elitismo, nos ciega ante la riqueza de la diversidad. No es malo sentirse parte de una identidad cultural, religiosa o nacional, pero cuando esto genera barreras que marginan a otros, pierde su legitimidad.
Jesús nos invita a preguntarnos si nuestro sentido de pertenencia construye puentes o levanta muros. También nos previene contra un nuevo exclusivismo: aquel que impone normas sin compasión. La verdadera fidelidad al Evangelio exige inclusión, justicia y misericordia, recordándonos que el amor de Dios es para todos.
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