Bueno, el texto tiene su contexto. Quizás la cosa se vuelva más razonable si lo alejamos del productivismo y del sindicalismo y lo acercamos al mundo de los afectos.
Los judíos (los de la primera hora) creían que merecían la salvación (la paga de un denario) más que aquellos que empezaron más tarde a trabajar (los pueblos "no elegidos", según la mentalidad judía).
Jesús afirma que elegidos y no elegidos (judíos y no judíos) por ser personas, tienen los mismos derechos a recibir la salvación, la dignidad, la grandeza de Dios.
Aunque es complicado, al traerlo al hoy de nuestra vida, el texto tiene todos los ingredientes para no satisfacer a nadie: a los que se esfuerzan mucho frente a los que se esfuerzan poco, a los que nunca tienen oportunidades frente a los que la vida les ha colocado siempre en un buen lugar de elección, a los que son de naturaleza emprendedora frente a los que son de suyo más perezosos...
Un twit del Papa Francisco me hizo pensar sobre este evangelio. Decía él: "¿Qué sería de nosotros si Dios no nos diera una oportunidad para volver a empezar?"
Convirtamos esta frase en un proyecto de vida y pensemos ya no en las oportunidades que no hemos aprovechado en la vida, sino en las veces que, por tantas causas, no nos hemos puesto en camino de encontrar oportunidades.
Pensemos también en las veces que no hemos sabido crear espacios de oportunidad a los demás y que, más que personas de honda paciencia, hemos ido por la vida como exigentes, expertos en dar ultimátums al otro.
Es un buen día para pensar lo mucho que hemos dejado de vivir, bien porque no he estado en la plaza "a la hora de la contratación", o bien porque no he creído en las posibilidades, quizás ocultas, que los demás tenían en su interior y no acerté a valorar.
El Dios de Jesús es el Dios de las Oportunidades, más que el dios del cronómetro.
Al final, ciertamente, esto, como todo, es una cuestión de fe.
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