domingo, 11 de agosto de 2024

EVANGELIO DEL DOMINGO 11 DE AGOSTO. SEMANA 19 DEL TIEMPO ORDINARIO



VERSIÓN MUSICAL •••

EVANGELIO
En aquel tiempo, criticaban los judíos a Jesús porque había dicho «yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
–¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la palabra y les dijo:  
–No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios».
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí.
No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha visto al Padre.
Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Juan 6, 41-52

COMENTARIO

Recordad las dos últimas secuencias dominicales; hace dos domingos la “multiplicación de los panes”; y el domingo pasado la pregunta más o menos inquietante de Jesús: “pero ¿tenéis hambre de verdad?”

 

Y ya nos situamos en este domingo. Los judíos, con el estómago lleno después de la “hartura” probablemente pensaron que en lo de los panes hay trampa. 

 

Trampa no hay, pero sí mucha exigencia.  Y si no ¿cómo entender la pregunta con la que da inicio el evangelio de hoy: “pero… no es este el hijo de José…cómo dice que es el pan que ha bajado del cielo”

 

¡Qué manejo de los tiempos tiene el evangelista! Nos abre los ojos con un “hecho extraordinario” (la multiplicación) y poco a poco nos “va poniendo en guardia” ante la peligrosidad de la propuesta de Jesús

 

Es fácil identificar el problema de aquello judíos. Los judíos se hartaron de pan, pero no “tragaban” el mensaje de Jesús. Este es la “clave” de la cuestión.  Pan y palabra juntos… no se pueden separar. 

 

Los judíos no podían entender que uno que era como ellos,  se pusiera en el “lugar de Dios”: “Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.” 

 

Más allá de la estética repetitiva del evangelio de Juan, yo creo que quedan bien claras dos ideas que contundentemente se van abriendo paso en este discurso.

 

En primer lugar, como ya hemos apuntado, “comer a Jesús” es “tragar su palabra”. Si no vamos a “tragar su palabra”, más allá de nuestros estados de gracia o de des-gracia, lo mejor es pensarse si comer o no el pan

 

En segundo lugar, cabe que la palabra en ocasiones se “atragante”. Es decir, cabe que nos cueste acoger de golpe y para siempre el mensaje de Jesús, su manera de vivir y de ser, su proyecto. 

 

Efectivamente, cuando uno “toma en consideración” para su vida este proyecto puede “agobiarse” –atragantarse-. Pero si lo tomas en consideración, aunque te atragantes en ocasiones y no entiendas, o incluso te sepa “amargo”, no dejes nunca de comer, no te vuelvas indiferente, inténtalo cada día aunque sea un poquito, porque te ayudará a estar “cerca de la mesa”, “sentirte integrado” y “ayudar para que sea mesa para todos”.

 

Nadie “nace” ni “se hace de golpe por la gracia de Dios” cristiano. A ser cristiano se “aprende”: “Todo el que escucha … aprende, viene a mí”. 

 

La palabra “aprender” es genial, nuestra cultura nos invita generalmente a ser maestros de todo y aprendices de nada. “Aprender” no se lleva. El ser humano “aprende”, es decir, va agarrando poco a poco y atrapando un sentido de la vida que a veces se le escapa pero que cual hiedra que trepa por la pared va consiguiendo “sentirse sostenido”.

 

Sentirse “sostenido”, aprender, esa es la única manera de avanzar en esto de la fe. Sólo así el mensaje de Jesús se convierte en Pan que te va haciendo vivir: “el que coma de este pan vivirá”.

 







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