EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»Juan 6, 35-40
“Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera”.
Quizás por este motivo Jesús, cuando comenzó este discurso del Pan de Vida, aun contrariado por las razones últimas del presunto discipulado de aquellos que le seguían por un cierto interés no confesable tras la multiplicación de los panes (“os habéis hartado de pan”), ni los apartó, ni los amenazó, ni los advirtió, simplemente les propuso mantener miras más altas.
Comprendo que en ocasiones a Jesús le saliera del alma un seguimiento más pleno… pero según dice él mismo “no había bajado del cielo para hacer su voluntad, sino la voluntad del que lo ha enviado”; y “esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio”.
“Que no pierda nada de lo que me dio”…. Es muy elocuente esta palabra de Jesús. Él, como maestro, enseña a encajar la vida de un modo esperanzado; con una mirada más profunda sobre las personas, una escucha más atenta, unos labios menos ligeros, un gusto más paciente y un tacto más delicado. Y todo esto, para no perder a nadie por el camino.
Ya lo comentaba Francisco en la preciosa exhortación Amores Laetitia:
“Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una mirada amable puesta en él. Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos. Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes. El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme.” (AL, 110)
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