EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
–«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
–«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
Juan 3, 14-21
Cuando hemos sido
pequeños todos hemos jugado al escondite. En dicho juego hay una estrategia que
te permite ganar: esconderte bien, no ser visto y ver desde tu escondite. Si
llega a buen término esa estrategia… te salvas. En ocasiones, la
tiniebla...vence, sería la lección adulta de este juego infantil.
Cuando
nos convertimos en personas adultas, ciertamente nos infantilizamos cuando
preferimos la tiniebla (el escondite), a la luz. Hay muchas formas de
esconderse en el mundo de los adultos.
Incluso grandes
personajes bíblicos, como Adán y Caín por ejemplo, en algún momento se
escondieron para no ser vistos, por si acaso de este modo le ganaban el pulso a
Dios.
Pero
Jesús no admite este juego. Me imagino diciéndole a sus discípulos, "¡por favor, sed adultos maduros, no os
escondáis; juguemos a ser vistos y a ser luz"
El llamado “juicio de
Dios” no depende De Dios, sino de ti. Tu decides en la vida: o vives en la luz o
en la tiniebla.
¿Cómo se que vivo en la luz?. Pues lógicamente si veo y no
tropiezo. Se acabó el “miedo” ante un dios arbitrario que me concede un
poquito de su favor si yo me porto un poquito bien. Eso es una fe infantil
e infantilizada.
Vives en la luz
cuando los demás, tu entorno, la comunidad… encuentra en ti alguien que vive
con sentido.
El juicio, por tanto, no es ante un dios inefable e inescrutable. El juicio es
cada día, ante la vida y con la fuerza de tus decisiones.
¿Y cuál
es el criterio de la “lucidez” en la vida? Vivir en la luz, ser luz,
iluminar la vida, es testimoniar lo que crees con
tu vida, con tus obras de cada día, con tus decisiones, con tus apuestas, con
tus motivaciones. Para Jesús, en San Juan, la luz
y la vida coinciden.
No es posible vivir en la luz y no cuidar la vida, la humanidad, la dignidad de
tu persona y de las personas. Por eso, a mayor dignidad humana, más
Dios, más Luz, más Cielo, más Salvación.
Por eso, bien haríamos en dejar unos instantes de
silencio y “caer en la cuenta” cada día de lo que hemos vivido o no. Ese
sería el mejor credo, y la mejor profesión de fe: la que
nos permitiría re-conocer que Dios no es una palabra vacía y vaciada, sino que,
me llena porque he decidido llenarme. Sólo entonces Él es Luz y yo lucidez.
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