EVANGELIO
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:–«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Marcos 1, 12-15
COMENTARIO
Yo no he estado en ningún desierto
geográfico; lo más por lo que he caminado ha sido los campos castellanos y algunas zonas de la mancha.
Desiertos existenciales, sin embargo, he
pasado por varios. De esos desiertos os quiero hablar; para mí los desiertos existenciales
tienen tres características: ausencia de referencias, soledad y cansancio.
“Ausencia de referencias” porque puedes
creer estar en el centro de todo o al margen de la nada. Y ahí tus “fierecillas
interiores” juegan contigo al despiste. ¿Eres “alguien” para los demás? ¿Lo
eres “todo” para “alguien”? ¿Son “alguien” los demás en tu vida? Primera
tentación.
“Soledad”; soledad que ocurre cuando las
“fierecillas interiores” te dicen un día si y otro también que esto es para ti
y para nadie más; que al final sólo te tienes tu y que, por tanto, “nada debes”
y “nadie te debe”. Segunda tentación.
“Cansancio”; es decir, sensación de que
hagas lo que hagas tu eres de los que en la vida les ha tocado ese papel y por mucho
que lo intentes siempre tendrás ese papel. Siempre perseguido, siempre huyendo,
siempre fatigado… Tercera tentación.
Tres tentaciones que en el fondo son una: el gran problema del ser humano, su
gran desierto, es pretender colocarte en el centro de tu vida. Cuando eso te
ocurre el “yo” se nos hace tan grande que prácticamente aniquilamos a los demás
en la vida y nos quedamos “sin referencias”, “solos” y “cansados de nosotros
mismos”. No me extraña. Toda la vida “con uno mismo”, se vuelve aburrida. Y la
vida se hace desierto.
Esa es la auténtica tentación. La
tentación de “ser el centro”, de “colocarte en el centro”, de “huir de tus
periferias (hirientes, en ocasiones)”.
¿Cómo consiguió Jesús salir de su
desierto?: des-centrándose; es decir dejando de pensar en si mismo y viéndose
“hombre para los demás”. O dicho con otras palabras, descubriendo a los demás
como un “tú para ti”. Porque Jesús es quien descubre al endemoniado, al
leproso, al paralítico… como portadores de una fuerza de Dios, hasta ese tiempo
desapercibida para muchos.
Jesús, des-centrándose, convierte en
centro a los demás. Y así se produce el milagro del encuentro, de la racionalidad
sanadora, de la felicidad.
Podemos hacer de nuestra vida una nueva
edición de “el mundo contra mi y yo contra el mundo”. Pero, si así lo hacemos,
al final conseguiremos convertir nuestro mundo –mi mundo- en un
permanente e incómodo desierto.
Muyyyy cierto. En esto se ha convertido está sociedad. Se han perdido todos los valores, que pena!!!. Las anteriores generaciones ( ahí incluyo la de muchos). Era, humanidad, convivencia,amor, prójimo y un largo etc
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