domingo, 1 de octubre de 2023

EVANGELIO DEL DOMINGO 1 DE OCTUBRE. SEMANA 26 DEL TIEMPO ORDINARIO.


EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor. " Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Mateo  21, 28-32


COMENTARIO


El entrañable mundo de las parábolas pronunciadas por Jesús nos propone hoy una corta narración, llena de una tremenda provocación para el pueblo judío de entonces y también para el corazón de del hombre y la mujer de cualquier tiempo, siempre que se ponga a la escucha de su mensaje.

 

El primero de los hijos de hoy, el que dice que no va a la viña y luego sí que va, representa a todo el complejo mundo de la marginalidad judía (pecadores, publicanos, prostitutas...); el segundo de los hijos, el que dice que va a a la viña y luego no va, representa a los hombres de religión de la sociedad judía que ocupaban el gobierno religioso y civil de Israel (sacerdotes, ancianos, escribas, fariseos...).

 

El conflicto estaba servido porque Jesús, el provocador, es precisamente a este auditorio de gente perfecta a quien les propuso esta parábola. Por si acaso no les quedaba claro el mensaje, la conclusión remataba el discurso: "publicanos y prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino De Dios". Toda una declaración de intenciones la de este Jesús que invierte la imagen De Dios de los judíos "de orden".

 

Cuando traemos este Evangelio al hoy de nuestra vida, bien podríamos identificar al primer y segundo hijo de ese evangelio como dos actitudes que tensionan permanentemente el corazón del ser humano. Es la tensión entre la indiferencia y pereza por una parte, y el orgullo y la suficiencia por otra parte.

 

Todos tenemos un punto de indiferencia y pereza. Es verdad que ambos sentimientos son distintos, pero en el fondo provocan la misma manera de vivir. Y esto nos ocurre cuando nos instalamos en la dejadez, la desesperanza, el pesimismo, la falta de motivación en la vida, la caída de las ilusiones. Lo sorprendente de la parábola en este sentido es que Jesús a todas estas actitudes les ve la solución. Él ha venido a "empujar" con su palabra y su mensaje a todo aquellos que, por diferentes causas y no sin responsabilidad por su parte quizás también, viven aparcados en la vida. Jesús cree profundamente que este tipo actitudes de las personas, dedicándoles tiempo y ofreciéndoles confianza, acaban por convertir su corazón (el hijo que dice que no va a la viña, pero al final acude). Esta era su experiencia.

 

Pero igualmente todos tenemos un punto de orgullo del que nos cuesta bajarnos (la palabra orgullo en su origen significa "altura"). El judío la tenía porque se sentía "elegido" frente a otros "no elegidos". Cuando el orgullo provoca exclusiones de otros, auto-suficiencias que nos hacen creer que no necesitamos de nadie, o dignidades que nos colocan "por encima" de los demás, entonces nos convertimos en personas insoportables. Como esa imagen es imposible mantenerla siempre, enseguida se nos ven nuestras costuras interiores (el hijo que dice que va a la viña, pero realmente no acude). La experiencia que tenía Jesús de los orgullosos de su tiempo es que "nunca" bajaban de su lugar, salvo raras excepciones. Y ciertamente el orgullo no pocas veces fosiliza de tal modo nuestra sensibilidad que salir de el es tarea imposible.

 

Miremos nuestro corazón y descubramos de qué sobreabunda: de sentimientos de orgullo y suficiencia o de sentimientos de pereza e indiferencia.

 

PD. Por aquello de que las parábolas están "abiertas" a otros finales, alguna comentarista bíblica sostiene que faltaría en la escena un tercer descendiente: una hija. En tal caso, ella, desde el principio hubiera dicho que sí al trabajo, y al instante habría ido a la viña sin más. 









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